Contra Vietnam y contra Trump
Un millar de diplomáticos utiliza el ‘canal de disidencia’ creado en 1971 para rechazar el decreto migratorio
Al hacer cuentas, la Administración Trump tiene un problema. No le salen los números. Ni en cuanto a los viajeros retenidos o afectados por la prohibición de entrada a Estados Unidos de los procedentes de siete países mayoritariamente musulmanes. Son bastantes más de 109. Ni por la cantidad de “burócratas” –terminología oficial– del Departamento de Estado que han firmado una carta contra esa orden ejecutiva por la vía del canal de disidencia. Ayer eran un millar.
Tampoco resultan sorprendentes estos desfases. En su carrera como promotor inmobiliario, el actual presidente aplicó a rajatabla el da lo mismo ocho que ochenta. Las restricciones a los viajeros de siete países musulmanes podrían afectar potencialmente a 90.000 personas Así que él hablaba de una fortuna multimillonaria, aunque otros sospechaban –y sospechan, por su negativa a exhibir sus declaraciones al fisco– que estaba más que hinchada. En su día, un periodista de The
New York Times se vio ante un juez por publicar esa información de la sobrevaloración. El magnate consideró que esa noticia era una difamación. La sentencia dio la razón al reportero.
Esta vez no han hecho falta los tribunales. Trump tuiteó, tras el caos en los aeropuertos, que sólo 109 viajeros habían sido retenidos. Sean Spicer, portavoz de la Casa Blanca, reforzó esa tesis en la rueda de prensa del lunes. Amparado en su lenguaje desafiante, Spicer ridiculizó a los que subrayaban esa nimiedad ante los más de 320.000 pasajeros que entraron esa misma jornada en EE.UU.
Unas horas después, John Kelly, secretario de Seguridad Nacional nombrado por Trump, reconoció que los detenidos o a los que se les negó el acceso sumaban mucho más. Al menos hubo 721 a los que se les impidió acceder. Una vez reinterpretada la directiva, la agencia de fronteras señaló que había procesado 1.060 exenciones para los que disponían de carta verde (green card) o permiso de residencia. Hubo otras 75 exenciones para los inmigranes o no inmigrantes con visados. Y, además, también se dispensó la entrada a 872 refugiados.
Pero no son sólo quienes llegaron a los aeropuertos. Según cálculos de The Washington Post a partir de estadísticas del Departamento de Estado, en los países vetados tenían visados de diferentes tipos para poder entrar en EE.UU. unas 90.000 personas.
“Esto no es sobre religión, sino para mantener nuestro país seguro frente a los ataques terroristas de los extranjeros admitidos en Estados Unidos”, argumentó Trump para justificar su orden.
Una encuesta publicada ayer indica que un 49% de los ciudadanos apoya esta decisión. Sin embargo, menos de un tercio (31%) asegura sentirse “más seguro” con su aplicación.
En un estudio de la New America Foundation, los yihadistas mataron dentro de EE.UU. a 94 personas entre el 2005 y el 2015, por los 301.797 que fallecieron por disparos de armas.
Ninguno de esos lobos solitarios guardan relación con las siete naciones vetadas (Irán, Irak, Siria, Libia, Yemen, Sudán y Somalia). Los dos casos más notorios, las masacres de San Bernardino y de Orlando (63 muertos en total), las protagonizaron pistoleros nacidos en Estados Unidos con familias originarias de Pakistán y Afganistán.
“Una política que cierra la frontera a 200 millones de viajeros legítimos con la idea de prevenir a unos pocos que intenten dañarnos aprovechándose del sistema de visados no alcanzará su propósito de hacer nuestro país más seguro”, señala el cable distribuido entre los funcionarios y diplomáticos del Departamento de Estados. Al trascender su existencia –una opinión expresada por numerosos expertos, incluso conservadores–, Sean Spicer fue rotundo en su amenaza: “Si no estás con el programa, te vas”. Su capacidad de intimidación queda en entredicho. Reanimó la hemorragia. “Es la protesta más grande que se ha registrado jamás por este canal”, sostuvo ayer la profesora Hannah Gurman en The
Wall Street Journal. tras certificarse que había más 1.000 firmantes, sabedores de que Trump disfruta con su “estás despedido”.
El canal de disidencia se creó en 1971, durante la guerra de Vietnam, para animar a intervenir a las voces internas críticas. Por este conducto, el pasado junio se recogieron 51 firmas contra la política en Siria del presidente Obama. Los republicanos vieron ahí un “gran escándalo”.
A Trump le crece la disidencia en la calle y dentro de casa. Pero todo es un montaje de la prensa.