Premoniciones
La semana pasada les contaba que a veces la planificación mata el deseo, y que estaba a punto de suspender un viaje a Cuba porque, al haberlo planeado tan minuciosamente me sentía como si ya hubiera vuelto. Algunos lectores curiosos quisieron saber si de verdad tenía intención de suspenderlo. La respuesta es no, no la tenía, sólo jugaba irónicamente con la idea: la realidad es que todo estaba dispuesto para partir el pasado sábado rumbo a La Habana. Sin embargo, como la pluma es a veces premonitoria y el azar increíblemente grotesco, al día siguiente de escribir dicho artículo mi madre se rompió el fémur y le programaron una intervención de urgencia. Digo que el azar es grotesco porque llevo cinco años, desde que ella sufrió un ictus que le desencadenó un imparable proceso de deterioro cognitivo, evitando viajes largos con el fin de estar disponible para los sobresaltos que tan bien conocemos quienes tenemos padres muy mayores con enfermedades largas e incapacitantes. Ahora, sosegada porque llevaba ella un año muy estable, me había decidido por fin.
Y bueno, no he viajado a La Habana, pero sí al hospital Arnau de Vilanova, donde la intervinieron al día siguiente. Como el viaje a Cuba no estaba planteado exactamente como un viaje de placer sino como una experiencia de conocimiento del que pensaba extraer inspiración y ganas de escribir a la vez que saciaba mi curiosidad por la actual situación allí, debo decir que la estancia en el hospital está resultando una experiencia estimulante que nada tiene que envidiar a un viaje transoceánico.
Tal vez no pensaría así si viera sufrir a mi madre, pero no es el caso: ha salido del quirófano animada, sonriente, e incluso parece estar mejor que antes, contenta con el apaño y dispuesta a romperse de nuevo otros huesos. Pero lo que he aprendido en estos días de internamiento hospitalario como acompañante ha sido equivalente a un viaje en toda regla, con incómodas esperas y colas como en el aeropuerto, con buenos y malos encuentros como en cualquier travesía en la que se da una convivencia forzada entre vecinos de asiento o de compartimento. Tanto es así que se lo contaré la próxima semana. Mientras tanto mis buenos amigos me aconsejan que organice de nuevo el viaje a Cuba antes de que le falle el otro lado, pues al parecer es habitual que unos meses después de fallar la cadera derecha falle la izquierda. ¿Debo apresurarme para pillar un hueco entre fémur y fémur? No lo sé, por el momento he tenido que hacer tantos trámites de anulación de billetes, hoteles y alquileres de coche que no me apetece volver a organizar el mismo viaje. Así que (justo como decía al final del anterior artículo y sin imaginar nada de lo que ha ocurrido) creo que voy a dedicarme a planificar otro.
Algunos lectores curiosos quisieron saber si en verdad pensaba suspender el viaje