Trump como vacuna
Landero vuelve a la ficción pura con ‘La vida negociable’, sin olvidar la realidad de un mundo con un líder “de cómic”
Después del paréntesis que abrió con su último y autobiográfico libro, El balcón
en invierno (2014), Luis Landero retorna a “la ficción pura y dura” con su novela La vida
negociable (Tusquets): un relato veloz, con generoso despliegue de imaginación y matices en la construcción de personajes y acción; una trama que el autor quiere –y logra– que el lector siga como con los “ojos abiertos” de un niño enganchado a un cuento leído en voz alta. En conversación con La Vanguardia, el escritor extremeño defiende su oficio de narrador, en el sentido genuino de “inventor” de historias, sin rehuir el juicio de una realidad hoy determinada por la irrupción de un nuevo líder global, Donald Trump. Un gobernante que, de tan extremo, puede a su juicio desencadenar una benévola reacción contra el actual imperio del temor.
Cree Landero que hasta hace unos años la relativa prosperidad en los países occidentales “nos hacía vivir confiados”. Pero en esto llegó la crisis y con ella el miedo a perder lo que teníamos. Así surgieron y triunfaron distintos líderes del tipo machote populista, como Trump, Vladimir Putin o Viktor Orbán. “Cuando la manada tiene miedo, los machos alfa cobran un papel estelar”, señala el novelista.
Pero el perfil del flamante presidente de Estados Unidos “no es por ejemplo como el de un Berlusconi, sino “un caso límite”, añade el autor de Los juegos de la edad tardía. Y eso “puede ser bueno”, de rebote, en la medida en que sirva de detonante para la contestación; de despertador de una sociedad adormecida y amilanada, insiste. “Si no nos damos cuenta de adónde vamos y no reaccionamos frente a Trump, es que somos gilipollas”, exclama; “Si la acción de este bárbaro no consigue unir a Latinoamérica en torno a México; si reaccionamos con más miedo a los inmigrantes y a los yihadistas, la cosa es grave”, reitera. Pero si, por contra, los ciudadanos y sus dirigentes “son valientes para plantarle cara, enseñarle los dientes y pararle los pies”; si su figura nos sirve “para vacunarnos contras las amenazas de la ultraderecha en Europa” –que es lo que él cree–, entonces “la llegada de Trump habrá sido positiva”, naturalmente de rebote.
Landero ve al nuevo jefe mundial “más de cómic o tebeo que de novela”. Dice que le recuerda “a Carpanta o Mortadelo”, antes que a ningún personaje literario. “Trump es irrisorio –señala–, pero también terrible”, matiza. Y lo peor es que ese miedo que “tan débiles y reaccionarios nos hace” crece ahora sobre un caldo de cultivo más fértil que en épocas pasadas. Porque la cantidad de cosas que se compran, se tienen o se consumen, y por tanto se pueden perder, es “incomparablemente mayor” que hace unos pocos decenios. Ello no sólo imita la valentía del personal; aumenta, asimismo, “las tentaciones que hacen de imán de los descarriados”. Lo cual enlaza con la historia del personaje central de La
vida negociable: un joven al que, en ese contexto contemporáneo especialmente propicio a la codicia, el narrador sitúa enseguida “en la encrucijada del bien y el mal”.
El problema es que el chaval se ve en tal dilema “demasiado pronto y demasiado rodeado de mal”. Al igual que los pícaros de las novelas clásicas, el de este libro “tiene buenos maestros” para el engaño, la estafa y la apropiación indebida. Las circunstancias y los antecedentes, unidos a un temperamento como poco inestable, lo encanallan más y más y lo empujan a un comportamiento desquiciado. Su imprevisible conducta aporta un factor sorpresa que alimenta la intriga desde la página 1.
La idea de partida, que es la escena de arranque, se le ocurrió a Landero hace unos diez o doce años, indica. Se trata de un niño al que su madre deja al cuidado de unos desconocidos y desaparece durante un buen rato. ¿Qué hace la mujer en ese tiempo? ¿Con quién está exactamente, más allá de su propia explicación dudosa y marcada por el secretismo? “Es una imagen con muy poco movimiento”, destaca.
La narración, trepidante y plagada de giros, puede llevar al lector a preguntarse hasta qué punto el relato se atiene a un esquema preconcebido y hasta qué otro responde al desmadre del protagonista; o, mejor dicho, de su desmelene y el de la inadaptada novia que lo acompaña en distintos tramos de su enloquecido viaje por la vida. La respuesta a ese posible interrogante es relativamente simple. El creador de esta historia, primero profesor de Literatura y después Premio Nacional de Narrativa y de la Crítica, elaboró “un plan general” para esta última novela; una hoja de ruta “sucinta” pero que establecía de dónde partía y hacia dónde iba, con el añadido de algunos “anclajes” clave para no perderse entre medias. Es un procedimiento que ayuda –señala–, pero lógicamente no resuelve el reto principal. “Después del esbozo llega el turno de la pluma, como pasa en la pintura con el pincel o en el cine con la cámara. Y es ahí donde uno se la juega”.
A Luis Landero, sin embargo, la escritura no le cuesta en exceso: “Inventar es muy divertido y me resulta fácil”, asegura. Se nota.
LA REALIDAD... “Si somos valientes y plantamos cara a este bárbaro, la llegada de Trump será positiva”
... Y LA FICCIÓN “El protagonista se ve pronto en un dilema ético y, como el clásico pícaro, rodeado de mal”