Media parte para la esperanza
Se le imploraba al Barça un buen partido y este llegó, con matices, pero llegó. La desalentadora imagen del equipo azulgrana en el Villamarín hizo daño al barcelonismo, lo deprimió de tal manera que desplazarse al Vicente Calderón, sin la participación además de Busquets e Iniesta, rodeó la víspera de vibraciones miedosas. Es evidente, visto el partido de ayer, sobre todo en su puesta en escena, que el grupo de Luis Enrique viajó inmunizado hacia la capital, a gusto con la incertidumbre creada, metamorfoseado momentáneamente en un equipo solidario, trabajador e intenso sin balón, e inteligente, inspirado, ordenado e intencionado con él. Fue una delicia asistir a la recuperación. Lástima que la sensación de grandeza se debilitara en una segunda mitad donde los jugadores reincidieron en errores que suelen lastrar análisis más optimistas hasta sombrearlos.
En esta ocasión el resultado se impone y pesa una barbaridad porque sitúa al Barça en una posición de privilegio para estar presente en la final de Copa, y eso es muchísimo. Pero hará bien el Barça en perseguir la senda de ese bonito primer tiempo, en retenerlo, en ejercitar la memoria haciéndola extensible a las mejores épocas del grupo de Luis Enrique. Esa en la que los principios, aun contando con individualidades extraordinarias, se basaban en la aplicación de la presión de forma colectiva y en una tremenda seguridad con el balón, alternando largas posesiones con otras meteóricas, que ahora se tiene de forma intermitente. Fue una lástima en ese sentido la sustitución de Rakitic a falta de media hora. El croata necesita golpecitos del jefe en la espalda y retirarlo antes que a André Gomes fue una injusticia. El centro del campo, vacante sin Busquets e Iniesta, estuvo bien ocupado por Mascherano, muchas veces ninguneado como mediocentro por un comando de puristas a los que no conmueve el brutal compromiso del argentino, y por un Rakitic que pareció no entender su relevo. En eso no se quedó solo.
Se hablará de un tridente de nuevo decisivo y no se faltará a la verdad, pero cuando Suárez y Messi marcaron sus goles toda la maquinaria funcionaba. Jugar bien acostumbra a ser el camino más corto para ganar. Y al Barça, este año, le está costando horrores dar continuidad a sus mejores momentos, afeándolos con dudas y salidas de balón temerosas. La primera parte, de todas formas, permite ver el vaso medio lleno.