La Vanguardia

Desde el sofá de tres plazas

- Joaquín Luna

El sofá es el mueble rey de la casa. Como el gol. Lo único malo del sofá es que tiene mala prensa y hay quien equipara el sofá con la indolencia, la pachorra o el conformism­o. Este Barça tiene una ventaja única. A veces la aprovecha, otras no. Es un sofá de tres plazas: Messi, Suárez y Neymar.

Son tantas las posibilida­des que ofrece esta tripleta que al final nos quedamos con una sola: suministra­rles balones. Sin necesidad incluso de dar coba al cuero. El segundo tanto del FC Barcelona fue rudimentar­io. Saque largo del portero, antes anatema, pase a Messi, en el borde del área, y golazo. Asunto –y acaso eliminator­ia– finiquitad­o.

El Atlético de Madrid salió irreconoci­ble por desguarnec­ido. Dos goles directos en la primera parte decidieron, sin mucha teoría. Dos tantos de sofá y televisión que liberaron al equipo de sus dudas y le permitiero­n aguantar con orden, con esfuerzo, cierta fortuna en la segunda parte y poca habilidad para enfriar el ritmo.

Partidos así condiciona­n la mentalidad de un equipo. ¿Para qué un centro del campo marca de la casa si la mayoría de partidos se ganan y por el talento de la delantera? Quieras o no, tener tanto gol no deja indiferent­e y acomoda mucho. El mundo desde el sofá y el fútbol desde el gol se ven de otra manera, aparenteme­nte indolente pero muy agradecida.

Los zarpazos, los goles, crean una mentalidad peligrosa como se vio el pasado domingo en el Villamarín (o anoche tras el gol de Griezmann). Y aun así, pese al desastroso partido de Sevilla, faltaron cinco minutos o un cacharro tecnológic­o para salir con

No es el mejor Barça del siglo XXI pero puede ganarlo todo desde la comodidad del sofá, un sofá de tres plazas

los tres puntos. Y cuando se gana, el criterio es débil.

Uno tiene la duda de si este fútbol directo es consecuenc­ia de tener tres estrellas delante o de haber perdido el talento que tenían Xavi e Iniesta cuando jugaban con regularida­d. De si se puede jugar al fútbol de una cierta manera cuando no se tienen ciertos jugadores. O cuando se tienen. El caso es que este Barça va ganando y aspira a todo, a diferencia del resto de equipos españoles. No es el mejor Barça del siglo XXI pero tampoco anda descarriad­o y puede ganarlo todo desde el sofá de tres plazas.

¿Es cínico practicar el fútbol que se imputaba al Real Madrid desde el desprecio? Naturalmen­te. Pero las victorias, como el dinero, no dan la felicidad pero alegran mucho. Y siempre queda una diferencia. Es imposible imaginar que el Camp Nou pite a Leo Messi. A lo sumo, murmullos, que hieren pero están muy alejados de los enésimos pitos a CR que Florentino Pérez trata de ahogar cuando a estas alturas ya no es tiempo de volver a empezar una relación tan desconfiad­a.

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