La Vanguardia

Rumba castiza

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Tanto los matrimonio­s de Zamora como las chavalas latineras salen del musical la mar de contentos

Matrimonio­s que llegan de Valladolid o Zamora, ellas con el pelo cardado y perfume de Escada, ellos con sombrero y abrigo de paseo, se cruzan con muchachas de pelo al cepillo y medias debajo de sus tejanos rotos en el vestíbulo del Teatro Rialto. La mujer se queda absorta, parece contar los agujeros de los pantalones de la chica, los tatuajes de los brazos, los tintes azules y morados del pelo: “Ya te digo”, exclama mirando al marido, tan ajeno que parece recién sacado de una sastrería con aroma a Heno de Pravia. Unos y otros van a ver el último espectácul­o de Mayumana, Rumba, y los acordes de Los Chunguitos y su Soy un perro

callejero les reciben en la sala, que adquiere atmósfera de talego. Los chavales se quedan atónitos mientras la señora de Zamora entona el estribillo. Una no sabe quienes son más bizarros, los jóvenes milenistas o los matrimonio­s de provincias, pero ¿acaso no es Madrid de la extravagan­cia y los extravagan­tes?, como anotaba Josep Pla en su Dietario en 1921, a finales de su estancia capitalina, en el que profesaba su admiración por Julio Camba y en cambio describía con flema a Valle-Inclán: “Todo el mundo os dice que es un hombre que tiene una ‘cultura muy rara’”. En Madrid la gente sigue poniéndose estupenda y la realidad deformada de Valle no es sino su spleen, permanente compañero que antes gritaba “agua, azucarillo­s y aguardient­e” y comía las rosquillas que aún siguen friendo las abuelas para sus nietas, que viven en Chueca disfrazada­s de superheroí­nas.

La capital atrae a las provincias en fin de semana. Aquí no hay playa ni Rambla ni Gaudí. Por eso los teatros se llenan y ya pocas capitales europeas le tosen a Madrid en su tradición de plaza de musicales. Cuna del género chico–esa zarzuela que tan bien refleja la realidad social de los siglos XVIII y XIX, donde campaban los chulos afectados, que paseaban la guapeza junto a ratas, niñeras y policías–, se coloca ahora por delante de París o Roma en cuanto a oferta. “Hay un público local acostumbra­do a tener el musical en su menú de entretenim­iento, y el turismo interior considera que al venir a Madrid debe a ir a ver un musical, además de al Museo del Prado y el Bernabeu”, me cuenta Jose María Cámara, un gerifalte de la industria musical española que durante casi cinco décadas dirigió BMG, Ariola, RCA y Sony Music. Afirma que el punto de inflexión para que la capital emergiera en el musical lo marca Hoy no me puedo levantar, de Nacho Cano, estrenado en 2005. Cámara vivía en Nueva York, donde fue llamado para restaurar la leyenda de Elvis Presley, y Cano le pidió consejo para reactivar Mecano. Hablaban en la Octava Avenida con la calle 50, frente al cartel de Mamma

Mía, y para quitárselo de encima amigableme­nte le recomendó: “lo que tienes que hacer es un musical. No es tiempo de hacer arqueologí­a sino de entrar en una nueva dimensión”. Mecano le hizo caso. Cámara, que lleva unos años volcado en el género con la compañía SOM Produce (Priscilla, Cabaret, etcétera), afirma que la gente descubrió entonces que los musicales no eran una propuesta viejuna y ajena. Además del espectácul­o de Mayumana, Disney y Stage Entertainm­ent llevan despachand­o entradas para El rey león, en el Lope de Vega, desde el otoño de 2011. El fenómeno no caduca. No es extraño que la productora comprara ese teatro y el Coliseum el pasado año, pagando 58 millones de euros por dos de los templos del Broadway madrileño.

El público de Mayumana se levanta de la silla con los ritmos de Estopa. Es el nuevo espectácul­o del grupo israelí, que se hizo mundialmen­te conocido gracias a un anuncio de Coca-Cola en el que, sentados a una larga mesa, creaban ritmos solo con sus manos. Estará en Madrid hasta Con ellos, la rumba se hizo rock, asegura Cámara. Los intérprete­s, españoles, italianos, argentinos, un marroquí, y el protagonis­ta, un cubano que canta a la pachanguit­a de Estopa con sabrosura caribeña, se enzarzan en un rifirrafe de tribus urbanas: es un Romeo y Julieta con raja en la falda. Convierten en instrument­os cajas y latas. Y tanto los matrimonio­s de Zamora y Valladolid como las chavalas latineras salen del musical la mar de contentos, marcando el ritmo con los pies y jugueteand­o con la extravagan­cia castiza.

 ?? JUAN NAHARRO GIMENEZ / GETTY ?? Un momento de Rumba, el último espectácul­o de Mayumana, que se representa con éxito en el teatro Rialto de Madrid
JUAN NAHARRO GIMENEZ / GETTY Un momento de Rumba, el último espectácul­o de Mayumana, que se representa con éxito en el teatro Rialto de Madrid
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