Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen en la semana grande de Lyon
La república radical y la ultraderecha, protagonistas de grandes coreografías
La aparición de Jean-Luc Mélenchon a sus creyentes se produjo sobre las dos y media de la tarde en los muelles de París-Aubervilliers. El candidato de la izquierda, republicano, social y ecologista, frecuentemente acusado por la derecha y la izquierda neoliberal de tener el reloj parado en el mundo de ayer, protagonizó el mitin más moderno y tecnológico entre los que se han visto hasta ahora en la incipiente campaña electoral para las presidenciales francesas de abril/mayo: Mélenchon apareció en holograma, es decir vía imagen óptica tridimensional por holografía, ante 6.000 seguidores en París. Pero estaba en Lyon, en carne y hueso, ante otros 12.000, sin contar los que se quedaron en la calle.
Fue, con diferencia, el mitin más masivo de los vistos hasta ahora. También provocador, porque estaba destinado a arrebatarle el protagonismo a Marine Le Pen, cuyo mitin comenzaba media hora después en la misma ciudad, también en medio de una gran coreografía. La televisión prefirió seguir en directo el mitin de Marine Le Pen.
“Aquí estoy en Lyon, y... ¡hop!, aquí en París”, dijo el candidato a la izquierda del Partido Socialista al aparecer en París, desde Lyon, como la princesa Leia de La guerra
de las galaxias en su mensaje pidiendo ayuda. Evocando el mitin que la víspera había dado en Lyon el exministro de Economía, Emmanuel Macron, presentado por sus detractores como un clon, bien del Partido Socialista, bien de la derecha, Mélenchon arrancó su intervención diciendo entre risas: “No me tengo más que a mí como clon, conozco a algunos que tienen a otro”.
El suyo fue un discurso futurista, no sólo en la forma sino también en el fondo: dedicado a la cultura, la innovación, la galaxia digital, la economía del medio ambiente y la exploración espacial.
Encabezando un movimiento que lleva por nombre La Francia Insumisa, Mélenchon, al que hasta sus detractores de la derecha reconocen su calidad de mejor orador de la política francesa, enunció un principio general: “Todos tenemos un derecho a la desobediencia a las leyes económicas que se pretenden superiores a las leyes humanas”. Su mensaje: “Europa, o cambia sus tratados, o nos vamos”, “cambiar la monarquía presidencial francesa”, redistribución, planificación ecologista y rechazo de la tensión bélica contra Rusia como válvula de escape de la crisis de la Unión Europea. “La Europa de la defensa es la Europa de la guerra”, dijo.
Como es habitual, Mélenchon habló durante hora y media sin leer papeles, únicamente desde el guión escrito en una hoja. Muy diferente fue el discurso de Marine Le Pen en otro gran recinto lyonés. La dirigente del Frente Nacional no sabe hablar sin papeles, y ayer le colocaron dos pantallas a izquierda y derecha, como las de los presidentes americanos para disimular una estricta lectura. Y entre las cosas leídas, una frase que resume la nueva línea del partido ultraderechista: “Frente a la derecha de la pela, y a la izquierda de la pela, yo soy la candidata de Francia”. “La divisoria izquierda/derecha ha sido superada por otra, la que divide a patriotas y mundialistas: nosotros somos los patriotas”.
La primera parte del enunciado, sobre la superación de la divisoria, es asumida también por Emmanuel Macron. Pero, más allá de las diferencias una cosa han tenido en común todos los mítines del fin de semana, los tres de Lyon, con su clonación parisina en el caso de Mélenchon, y también el acto de investidura del candidato del Partido Socialista, Benoît Hamon, celebrado en París: el público. Manifiesta ausencia de gente de color, negros, norteafricanos, todos esos franceses frecuentemente los menos favorecidos y los más abstencionistas. Si en el caso del Frente Nacional, con su mensaje xenófobo, su implícita categorización y distinción racista entre “franceses castizos” y “franco-algos” e hijos de emigrantes procedentes del antiguo imperio colonial, es lógico, en los demás lo es mucho menos. Pasó lo mismo con la Nuit Debout, el particular 15-M francés, y con la gran protesta contra la reforma laboral socialista de la primavera, por no hablar del gran movimiento de la derecha contra el matrimonio homosexual, la Manif pour
tous: hay una Francia, una Francia pobre, que no aparece en el radar. Y son los de más abajo.
En todos los mítines del fin de semana, hay una Francia ausente: el coloreado país de los más desheredados