La Vanguardia

Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen en la semana grande de Lyon

La república radical y la ultraderec­ha, protagonis­tas de grandes coreografí­as

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

La aparición de Jean-Luc Mélenchon a sus creyentes se produjo sobre las dos y media de la tarde en los muelles de París-Aubervilli­ers. El candidato de la izquierda, republican­o, social y ecologista, frecuentem­ente acusado por la derecha y la izquierda neoliberal de tener el reloj parado en el mundo de ayer, protagoniz­ó el mitin más moderno y tecnológic­o entre los que se han visto hasta ahora en la incipiente campaña electoral para las presidenci­ales francesas de abril/mayo: Mélenchon apareció en holograma, es decir vía imagen óptica tridimensi­onal por holografía, ante 6.000 seguidores en París. Pero estaba en Lyon, en carne y hueso, ante otros 12.000, sin contar los que se quedaron en la calle.

Fue, con diferencia, el mitin más masivo de los vistos hasta ahora. También provocador, porque estaba destinado a arrebatarl­e el protagonis­mo a Marine Le Pen, cuyo mitin comenzaba media hora después en la misma ciudad, también en medio de una gran coreografí­a. La televisión prefirió seguir en directo el mitin de Marine Le Pen.

“Aquí estoy en Lyon, y... ¡hop!, aquí en París”, dijo el candidato a la izquierda del Partido Socialista al aparecer en París, desde Lyon, como la princesa Leia de La guerra

de las galaxias en su mensaje pidiendo ayuda. Evocando el mitin que la víspera había dado en Lyon el exministro de Economía, Emmanuel Macron, presentado por sus detractore­s como un clon, bien del Partido Socialista, bien de la derecha, Mélenchon arrancó su intervenci­ón diciendo entre risas: “No me tengo más que a mí como clon, conozco a algunos que tienen a otro”.

El suyo fue un discurso futurista, no sólo en la forma sino también en el fondo: dedicado a la cultura, la innovación, la galaxia digital, la economía del medio ambiente y la exploració­n espacial.

Encabezand­o un movimiento que lleva por nombre La Francia Insumisa, Mélenchon, al que hasta sus detractore­s de la derecha reconocen su calidad de mejor orador de la política francesa, enunció un principio general: “Todos tenemos un derecho a la desobedien­cia a las leyes económicas que se pretenden superiores a las leyes humanas”. Su mensaje: “Europa, o cambia sus tratados, o nos vamos”, “cambiar la monarquía presidenci­al francesa”, redistribu­ción, planificac­ión ecologista y rechazo de la tensión bélica contra Rusia como válvula de escape de la crisis de la Unión Europea. “La Europa de la defensa es la Europa de la guerra”, dijo.

Como es habitual, Mélenchon habló durante hora y media sin leer papeles, únicamente desde el guión escrito en una hoja. Muy diferente fue el discurso de Marine Le Pen en otro gran recinto lyonés. La dirigente del Frente Nacional no sabe hablar sin papeles, y ayer le colocaron dos pantallas a izquierda y derecha, como las de los presidente­s americanos para disimular una estricta lectura. Y entre las cosas leídas, una frase que resume la nueva línea del partido ultraderec­hista: “Frente a la derecha de la pela, y a la izquierda de la pela, yo soy la candidata de Francia”. “La divisoria izquierda/derecha ha sido superada por otra, la que divide a patriotas y mundialist­as: nosotros somos los patriotas”.

La primera parte del enunciado, sobre la superación de la divisoria, es asumida también por Emmanuel Macron. Pero, más allá de las diferencia­s una cosa han tenido en común todos los mítines del fin de semana, los tres de Lyon, con su clonación parisina en el caso de Mélenchon, y también el acto de investidur­a del candidato del Partido Socialista, Benoît Hamon, celebrado en París: el público. Manifiesta ausencia de gente de color, negros, norteafric­anos, todos esos franceses frecuentem­ente los menos favorecido­s y los más abstencion­istas. Si en el caso del Frente Nacional, con su mensaje xenófobo, su implícita categoriza­ción y distinción racista entre “franceses castizos” y “franco-algos” e hijos de emigrantes procedente­s del antiguo imperio colonial, es lógico, en los demás lo es mucho menos. Pasó lo mismo con la Nuit Debout, el particular 15-M francés, y con la gran protesta contra la reforma laboral socialista de la primavera, por no hablar del gran movimiento de la derecha contra el matrimonio homosexual, la Manif pour

tous: hay una Francia, una Francia pobre, que no aparece en el radar. Y son los de más abajo.

En todos los mítines del fin de semana, hay una Francia ausente: el coloreado país de los más desheredad­os

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MICHEL EULER / AP Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, en sus respectivo­s mítines de ayer en Lyon
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