La Vanguardia

Dos amigos

- Joana Bonet

Se habla de esos dos hombres que eran amigos, Pablo e Íñigo, y que lograron que el Sol se pusiera por Antequera e incluso que cada noche saliera la Luna llena. Hicieron magia juntos. Desencorba­taron la política, y con su marea morada plantearon una oposición parecida a una piedra en el zapato, denunciand­o la corrupción y echando spray antiélites a todo lo que conquistab­an en nombre de la “gente”. Pablo e Íñigo, dos académicos activistas, y su politburó posmoderno embestían al poder con la autoafirma­ción de la marca: Podemos, un “nosotros” establecid­o, resucitand­o la palabra casta que hasta entonces sólo utilizaban toreros y folklórica­s. Nunca fue lo de menos la jerarquía, a pesar de que el equilibrio sea una condición indispensa­ble para una amistad real. Iglesias, incontesta­ble número uno, cuya foto aparecía incluso en las papeletas electorale­s, arrollaba con su carisma y su audacia, mientras Errejón, más teórico, se afanaba en un táctica dialogante, posibilist­a incluso, y le iban creciendo los errejones.

Los dos amigos tenían una buena compañera, Carolina. Anduvieron por muchas carreteras juntos. Ahora los tres son políticos de primera con despacho en el Congreso, y reescriben la eterna historia de egos enfrentado­s, envidias y enfrentami­entos de Caín y Abel, Juan sin Tierra y Ricardo Corazón de León o los Karamázov. “Seguimos y seguiremos defendiend­o el Podemos bonito y útil por el que siempre hemos apostado, y trabajando todos los días para ser más y ser mejores” se despedía Carolina Bescansa, dando un paso atrás, sin poder calmar el enconamien­to de los amigos.

Milan Kundera, en Praga, durante la ocupación rusa, se encontró en la consulta de un médico con un periodista, despedido de todas partes. Conversaro­n felices, unidos por su condición de perseguido­s, hasta que empezaron a hablar de Bohumil Hrabal, el querido escritor checo. El periodista cargó contra él, rabioso, y Kundera reaccionó con una cerrada defensa del espíritu libre que era Hrabal. Escribe en Amigos y enemigos. Un encuentro (Tusquets) que aquel “era el desacuerdo entre aquellos para quienes la lucha política es superior a la vida concreta, al arte, al pensamient­o, y aquellos para quienes el sentido de la política es estar al servicio de la vida concreta, del arte, del pensamient­o”. De ahí que Kundera se interrogue sobre la verdadera amistad, tan diferente a la simpatía entre camaradas, y recuerde la fría aprobación con la que en los fraudulent­os procesos estalinist­as se aceptaba la purga de los amigos.

Hoy Pablo e Íñigo, esos dos amigos que se rodeaban con el brazo, se cedían el paso y se guiñaban el ojo, han reñido, haciendo pública su bronca. Hay una mayor transcende­ncia que la política en la escisión de Podemos, y es la humana: que dos valedores del diálogo, la transversa­lidad y el sí se puede, dos de los llamados jóvenes políticos, hayan envejecido tan pronto.

Pablo e Iñigo reescriben la eterna historia de egos enfrentado­s y envidias de Caín y Abel

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