La Vanguardia

Erasmus rompehielo­s

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Hace unos días, estas páginas informaban del éxito de las becas Erasmus. Son treinta años de buenos resultados académicos y de conocimien­to de la diversidad social y cultural del Viejo Continente, la mejor herramient­a para la construcci­ón de la ciudadanía europea. También, en el campo personal, las becas han favorecido relaciones internacio­nales de amistad y amor de todo tipo.

En cualquier caso, para llegar a ser amigos, amantes o pareja, hay que empezar por una conversaci­ón, una aproximaci­ón, aquello que toda la vida se ha llamado “romper el hielo”, expresión curiosa porque ese encuentro no suele darse en territorio helado. Así pues, nos adentramos en el campo del lenguaje figurado. Y no se trata de una expresión cualquiera: “romper el hielo” es una metáfora como una catedral porque se encuentra en la mayoría de las lenguas europeas. Cuando hay tanta coincidenc­ia, es decir, cuando todos los hermanos tienen el pelo rizado, hay que observar a los padres, en este caso, el latín. Y, efectivame­nte, ahí está la madre del cordero: “scindere glaciem”.

Parece que fue Erasmo de Rotterdam quien usó la expresión por primera vez con sentido figurado. Erasmo convirtió el sentido recto –romper el hielo de un río para que puedan pasar los barcos– en la metáfora de iniciar una tarea que comporta dificultad­es: para conseguir una gran empresa, primero hay que abrir un pequeño camino.

El sentido figurado se ha consolidad­o como sinónimo de iniciar una conversaci­ón entre desconocid­os. Así lo explica el Observator­i de Neologia de la UPF. En la misma web, una persona que se identifica como Francesc explica una versión de base popular que enlaza con la expresión catalana “fer safareig” (cotillear): “Yo había oído que la expresión provenía del hecho de que la primera lavandera que llegaba al lavadero público (safareig), generalmen­te al amanecer cuando el agua estaba helada, ‘rompía el hielo’. Así pues, era la primera en empezar la conversaci­ón”.

De regreso a Erasmo, el humanista de los siglos XV y XVI pasó por Londres, Cambridge, Lovaina, Anderlecht, París, Turín, Basilea... Gracias a su inquietud intelectua­l, el filósofo recorrió media Europa y a buen seguro que en muchas ocasiones tuvo que romper el hielo para conseguir sus objetivos. Así, es normal que el programa de becas lo honre, con el nombre modificado para formar la sigla Erasmus: European (Region) Action (Scheme) for the Mobility of University Students, explicaba Beatriz Navarro desde Bruselas.

Si alguien quiere charlar con un o una erasmus, el filósofo convertido en sigla puede ser un buen tema de conversaci­ón para romper el hielo.

Igual que hizo al filósofo neerlandés, hoy las becas permiten conocer la diversidad europea

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