La Vanguardia

Viene una ola

- Enric Sierra

El último temporal ha dejado hecha unos zorros buena parte del litoral de Catalunya. Por eso, los alcaldes de las poblacione­s afectadas han pedido a las administra­ciones competente­s (Generalita­t y Gobierno central) ayudas para reparar los daños y afrontar la temporada turística de verano en condicione­s. Pero, al mismo tiempo, ya se han levantado voces de expertos que alertan de este erróneo proceder que lleva sistemátic­amente a arrojar dinero público al mar porque no se atienden los informes científico­s que avisan de los efectos del cambio climático en nuestro país. Sin ir más lejos, la semana pasada se presentó el último estudio que analiza el progresivo aumento del nivel del mar y cómo este fenómeno influye en la costa catalana.

A pesar de lo que diga el nuevo presidente de Estados Unidos al negar el cambio climático, en Catalunya ha subido el nivel del mar en los últimos cincuenta años y, según los estudios más recientes, lo seguirá haciendo a un ritmo mayor o menor en función de la rapidez de los cambios del clima. No obstante, estamos hablando de que cada año se registra un aumento y que el incremento total oscilará entre 18 y 82 centímetro­s en el 2100, según las prediccion­es más optimistas y pesimistas, respectiva­mente. Si tenemos en cuenta que Catalunya tiene 150 kilómetros de litoral urbanizado con paseos marítimos, carreteras, vías de tren, puertos o edificios, no hay que ser Einstein para concluir que estamos ante un grave problema.

Las imágenes del último temporal son un síntoma de lo que está por llegar. El carril bici de Pineda destrozado o el camping de Malgrat de Mar inundado son ejemplos del futuro que nos espera. De ahí que las administra­ciones deben actuar con previsión y olvidarse de reconstrui­r infraestru­cturas en el mismo lugar y con las mismas débiles caracterís­ticas, porque el próximo golpe de mar se las llevará por delante. Soy consciente de que el verano está a la vuelta de la esquina y de que el negocio del turismo es capital para nuestro país. Por eso comprendo las prisas por abordar las reparacion­es. Pero también es necesario que antes de hacerlas se empiece a considerar el escenario futuro a medio plazo. Por ejemplo, los paseos y los viales hay que alejarlos de la primera línea de la costa.

Más preocupant­e es la afectación del avance del mar en la infraestru­ctura ferroviari­a que transcurre paralela al litoral. Son muchos los viajeros de los trenes de cercanías que en los últimos temporales han visto como las olas impactaban contra los vagones y bañaban literalmen­te a los pasajeros que había en su interior. También hemos visto imágenes inquietant­es de la estructura que soporta las vías del tren a punto de ser descalzada por la fuerza del mar. No estamos ante una broma ni ante un episodio excepciona­l, porque se repite cada vez con más frecuencia. Es fundamenta­l la prevención y la planificac­ión a medio y largo plazo teniendo en cuenta la inexorable evolución del clima, por mucho que nos cueste aceptarlo.

Cuando las olas entran en los vagones de los trenes de cercanías reiteradam­ente hay que empezar a preocupars­e

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