La Vanguardia

Auto de fe

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Ahora que la vieja sección de efemérides ha casi desapareci­do de la prensa escrita, permítanme que les traiga una a esta columna: en tal día como hoy, un 6 de febrero pero del año 1481, la Inquisició­n española organizó su primer auto de fe en Sevilla. A partir de aquí, pueden los lectores usar esta informació­n como deseen y ponerla en relación con los hechos previstos para esta mañana de lunes. Pero antes de caer en comparacio­nes facilonas, recuerden que la realidad siempre es más compleja de lo que parece y que el poder civil y no sólo el eclesiásti­co se ha opuesto siempre a las desviacion­es de la norma. De hecho, perseguir herejes es algo que viene de muy antiguo. Y la mayor prueba de que estos temas no son nunca una división maniquea entre buenos y malos es, por ejemplo, una constituci­ón (sí, curiosa coincidenc­ia léxica) del año 387 del emperador Dioclecian­o ordenando quemar junto con sus libros a, precisamen­te, todos los maniqueos…

Aquel primer auto de fe sevillano debió de ser un acto sobrio, con protagonis­mo claro del sermón, pues la Inquisició­n, como tribunal eclesiásti­co que era, no dictaba sentencias de muerte, sino que los relapsos, es decir, reincident­es en su error, eran relajados (sic) al brazo secular, que ejecutaba las penas de muerte. Por estrangula­miento a los penitentes, que se habían arrepentid­o, y quemados vivos o en efigie los impenitent­es que no mostraban arrepentim­iento. La Inquisició­n había sido primero episcopal, sometida al obispo de cada diócesis y más tarde pontificia con Gregorio IX, en el siglo XIII. En esa Inquisició­n pontificia destacaron los dominicos, la orden de predicador­es. Y las cruzadas contra cátaros y albigenses hicieron que la Inquisició­n tuviese fuerte arraigo en el Languedoc francés y también en el reino de Aragón, donde dos dominicos catalanes destacaron como inquisidor­es, Raimundo de Peñafort y Nicolau Aymerich (el autor del

Directoriu­m inquisitor­um). Por el contrario, en Castilla no hubo Inquisició­n pontificia. Y lo que sí consiguier­on los Reyes Católicos fue que la autoridad papal les reconocier­a el control de la Inquisició­n como tribunal eclesiásti­co en todos los territorio­s de las coronas unidas. Ahí nació la Inquisició­n española, que tanto contribuyó a la leyenda negra de nuestra historia.

¿Otro dato curioso más? Pues miren, en 1564 Felipe II visita Barcelona para celebrar Cortes catalanas. Y se organiza un auto de fe para solemnizar la visita del monarca. Es de suponer que no eran todavía los autos de fe el macabro espectácul­o público en el que se acabarían convirtien­do, pero no deja de ser un peculiar modo de conmemorar la real presencia.

Esta mañana también habrá habido tribunal, acusados, público, procesión de relapsos, no sabemos si penitentes o no, y hasta acusacione­s de inquisidor­es a unos jueces que son garantía del ordenamien­to civil. Pero estos son tiempos que dejan poco espacio a los matices. Hay hogueras cuyas llaman perduran muchos años una vez se han prendido.

El poder civil y no sólo el eclesiásti­co se ha opuesto siempre a las desviacion­es de la norma

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