Disfrute de Ricci/Forte
El grupo italiano de los Ricci/ Forte, calificado como el más subversivo e innovador de su país, se despidió ayer de Barcelona, donde se había presentado el jueves con una obra de título azucarado: Macadamia nut brittle (el viernes repitieron esta obra, y sábado y domingo, Still life, una historia de bullying homófobo).
Los cuatro componentes de la compañía, tres actores y una actriz, son unos entusiastas devoradores de los helados elaborados con ese fruto seco y con nueces caramelizadas. He aquí un pequeño disfrute en medio de una amarga realidad contra la cual luchan con todas las armas al alcance, incluidas las que les suministra el libertinaje. Definidos como “los guerreros de la belleza”, los Ricci/Forte pueden ser, también, los brutales combatientes de la fealdad, no “contra” la fealdad.
Desesperados buscadores del amor en el reino planetario del egoísmo y la insolidaridad, pueden reencontrarse en la desazón sexual de una ceremonia pornográfica colectiva, la cual, al convertirse en secuencia dramática, pone a prueba –según mi criterio– su innegable capacidad para el mal gusto y/o la provocación.
Hace falta decir que lo que inspira a los creadores e intérpretes de Macadamia nut brittle es el testimonio y la obra literaria del escritor estadounidense Dennis Cooper (Pasadena, 1953), novelista y poeta, educado en su juventud gracias a la amplia lectura y consiguiente adicción a los clásicos franceses, Verlaine, Baudelaire, Rimbaud... y erigido desde su primera madurez en uno de los principales oráculos de la homosexualidad de Estados Unidos.
Desde las tribunas y las revistas contestatarias de California, el magisterio de Cooper disfruta de una dilatada vigencia lo bastante conocida, por lo que se intuye, de los italianos de Ricci/Forte. Y en el ritmo balanceante de su espectáculo, muchas expresiones de la crueldad y la benignidad, de la violencia y el ingenio se supone que habría que atribuirlas a la referida paternidad transatlántica. Por otra parte, y sin ir tan lejos,
Makadamia, en algunos pasajes y desde el mismo título, recuerda la obra de Rodrigo García, sobre todo con respecto a la puesta en escena de iconos contemporáneos (Walt Disney, Ikea...) que contrastan fuertemente con el tiempo y el ambiente de la narración dramática. La aparición del conejillo blanco de dimensiones antropológicas nos ha transportado inevitablemente a este creador y a su lenguaje peculiar: el animal doméstico, una criatura tierna y amistosa, que ha habido que desnudar acto seguido, como pesadilla de una felicidad imposible.