Y al final se hizo la luz
Bautista y Carreño se adjudican sus compromisos y rescatan a España en Croacia
A media tarde, Roberto Bautista había igualado la eliminatoria. Puso el marcador en 2-2.
Y entonces Pablo Carreño respiró hondo. Su turno. Se jugaba el pase de los españoles ante Nikola Mektic. Y aquí no podía fallar. Mektic aparece como el 319.º del circuito ATP. En su trayectoria en el circuito individual, Mektic ha ganado tres partidos y ha perdido siete. Su nombre acostumbra a verse en los torneos Challenger. O en los cuadros de dobles. Los números de Carreño son infinitamente mejores. Es el 26.º del mundo. El año pasado se apuntó dos títulos. Forma parte de la generación de españoles llamados a suceder a Robredo, Ferrer, Almagro o Verdasco.
Sin embargo, en Osijek, Carreño (25 años) llevaba todo el fin de semana hecho un flan.
Ayer le costó tumbar a Mektic. Tuvo problemas para doblegarle en el primer set. Luego, ya todo fue más redondo. Ganó por 7-6 (4), 6-1 y 6-4.
Había perdido el viernes ante Skugor. Lo había hecho por la vía dolorosa, tras desaprovechar tres pelotas de partido.
Y ya desde entonces, el equipo español había andado casi siempre a contrapié. Feliciano López fue un lastre en el encuentro de dobles. Él y Marc López perdieron el duelo del sábado. Y la ronda debía despacharse ayer, muy a contracorriente: el domingo, los españoles habían amanecido con un 2-1 en contra.
Quien perdía la eliminatoria se iba a la repesca del Grupo Mundial. Quien ganaba se mediría a Serbia, que ha tumbado a los rusos. España ha vivido en la segunda categoría el 2015 y el 2016.
Una travesía penosa para un equipo que, no hace demasiado, se apuntaba la Ensaladera. Desde que empezó este siglo, España ha ganado cinco Copas Davis. La última de ellas, en el 2011.
Roberto Bautista (16.º del mundo) resolvió bien su compromiso. Cedió un set ante Skugor (6-1, 6-7 (4), 6-3, 7-6 (6)), aunque titubeó poco. Manejó las teclas y resistió las acometidas del gigante croata, que mide 1,98 m y lanza saques como martillazos. Bautista tuvo que domarlo, impacientarlo. En los peloteos más largos, Skugor acababa flaqueando.
Y luego Pablo Carreño respiró hondo.
Le costó entrar en el partido. Fue víctima de la presión ambiental y del peso de la eliminatoria. Carreño tiene poco recorrido en este particular mundo de la Copa Davis. Se disputan partidos sobre superficies extrañas y ante rivales desconocidos. Hay que pillarle la perspectiva. En el primer set, Carreño perdió el servicio en dos ocasiones. Tuvo que recurrir al tie break y, de nuevo, respirar hondo.
No falló ahí, y entonces Conchita Martínez, la capitana, vio la luz al final del túnel. La eliminatoria entró en un territorio más lógico, más previsible.
Y la raqueta de Carreño empezó a correr.
En un santiamén despachó el segundo set. Ya no quiso soltar a la presa. La mirada de Mektic se fue apagando, sometido a la deriva de la lógica. Hay trescientos puestos entre el uno y el otro.
“Tras la derrota del viernes había recibido muchos mensajes de ánimo. Tenía que ganar este partido”, dijo Carreño a las cámaras, todavía a pie de pista. “Todo lo que he vivido en estos días me tiene que servir para el futuro. He pasado momentos muy duros, como los del viernes, y otros bonitos, como los de hoy”.
Ahora, en cuartos, a Belgrado.