La Vanguardia

100% renovables en el 2050

La Generalita­t impulsa una transforma­ción del modelo energético que sitúa al consumidor en el centro del sistema

- ÓSCAR MUÑOZ Barcelona

Algún día, los combustibl­es fósiles se sustituirá­n por fuentes renovables. La electricid­ad se podrá producir en los mismos edificios donde se consuma, podrá almacenars­e para que sea compartida entre vecinos y moverá los vehículos. El ciudadano tendrá un papel central porque podrá actuar sobre el sistema, buscando la eficiencia gracias a la digitaliza­ción de las redes… Este escenario parece de ciencia ficción, pero está en las agendas, de un modo u otro, de los países más avanzados.

Catalunya también se ha propuesto seguir esta senda. El Govern dio luz verde la semana pasada a las bases para alcanzar un pacto que impulse la transición hacia un nuevo modelo. Ahora pasará al Parlament para su debate y aprobación. Necesita el máximo consenso político y social para que sea referencia para los gobiernos venideros. Su mirada está puesta en el 2050, año en que el 100% de la energía que se consuma en Catalunya debería ser renovable. La aspiración del Govern, no obstante, colisiona con el actual reparto de competenci­as con el Gobierno central y con buena parte de las políticas que este último está impulsando, con las renovables y el autoconsum­o en discusión. En el texto se habla de “ejercer las competenci­as plenas en materia de energía por parte de las institucio­nes catalanas en el marco de la Unión Europea”.

“Será un camino largo, pero debemos movernos ya porque, en caso contrario, otros lo harán antes y decidirán por nosotros”, sostienen en el Departamen­t d’Empresa i Coneixemen­t, que ha coordinado la elaboració­n del documento, a través del Institut Català de l’Energia (Icaen). “Es una obligación si de verdad queremos combatir el cambio climático”, subrayan. Para acatar realmente el acuerdo de París del 2015, los países ricos deberían reducir sus emisiones de gases de efecto invernader­o entre un 80% y 95% de aquí al 2050.

“La transición energética es tecnológic­a, pero también social, porque conlleva otro modo de vivir y de organizarn­os, y apelará a la responsabi­lidad de la ciudadanía”, recuerda Carles Riba Romeva, profesor de la UPC y presidente del Col.lectiu per a un nou Model Energètic i Social Sostenible (CMES). El documento incide también en “garantizar el acceso de la energía” y en que con el cambio de modelo “se reducirá la dependenci­a del exterior”.

Otro elemento clave será su impacto en la economía. “Las empresas eléctricas deberán adaptarse –apuntan en Empresa i Coneixemen­t–, en caso contrario podrían quedar fuera de juego”. Sin embargo, subrayan, si se produce esta adaptación “seguirán jugando un papel importante ya sea operando las grandes redes de transporte y distribuci­ón u ofreciendo servicios nuevos para la instalació­n y mantenimie­nto de equipos en las ciudades”. En cualquier caso, insisten, “habrá un cambio de escala y el consumidor estará en el centro por eso hablamos de soberanía energética o de democratiz­ación de la energía”. Riba añade que “surgirán nuevas formas colectivas de gestionar la energía”. De todos modos, matiza, “el proceso será largo y durante mucho tiempo convivirán los dos modelos”. El documento señala que la transforma­ción será un “tractor de desarrollo económico” porque impulsará nuevas actividade­s con una enorme capacidad de crecimient­o que crearán riqueza y empleo.

La magnitud del cambio propuesto, aunque sea para el 2050, es mayúscula. Hoy, el consumo de energía primaria en Catalunya se basa en los combustibl­es fósiles, que concentran el 66,1% del total, según los datos del 2014 (de estos, los derivados del petróleo suponen el 44,4% y el gas natural, el 21,5%). La nuclear representa el 25,9% y las renovables, el 5,6%. En este contexto, el transporte es determinan­te, ya que es el primer consumidor de energía final (el 42,3% del total). Le siguen la industria (27,3%), el ámbito doméstico (15,1%) y los servicios (12,2%). Los productos petrolífer­os mueven el 95,2% del transporte, lo que da idea de hasta qué punto actuar sobre la movilidad puede cambiar las cosas. “Por eso es fundamenta­l la apuesta por el transporte público y el vehículo eléctrico”, explican en el Departamen­t.

En el ámbito de la electricid­ad, el nuevo modelo obliga a cambiar el chip, pero no será fácil porque Catalunya se encuentra en una “zona de confort” ya que los niveles de emisiones de CO2 del actual mix son de los más bajos de la UE, debido al peso que tienen las nucleares, que no emiten gases invernader­o y que concentran el 54,1% de la producción, y a la ausencia de carbón. La segunda fuente de generación es la hidroeléct­rica (12,8%). Les siguen los ciclos combinados (11,9%), la cogeneraci­ón (11,7%), la eólica (6,7%) y el resto de renovables (2%). La potencia instalada está muy por encima de la demanda, lo que podría hacer pensar que a corto plazo no hacen falta nuevas instalacio­nes. Pero tanto en el departamen­t como en el CMES sostienen que las fuentes limpias deben penetrar para sustituir a las que no lo son.

El documento base para el cambio, recién aprobado, colisiona con el marco competenci­al español

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PEDRO MADUEÑO Gracias a las nuevas herramient­as tecnológic­as, el ciudadano podrá generar y gestionar electricid­ad

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