El presidente irá a la cumbre de la OTAN
La UE sigue sin respuesta a su invitación para una reunión conjunta
Europa podrá conocer al fin de primera mano cuáles son los planes de Estados Unidos para la Alianza Atlántica, la organización militar creada a instancias de Washington durante la guerra fría y que Donald Trump ha tachado de “obsoleta”. El presidente estadounidense “ha acordado participar en la reunión de líderes de la OTAN en Europa en mayo”, informó anoche la Casa Blanca tras una conversación telefónica entre Trump y Jens Stoltenberg, secretario general de la organización militar.
Los aliados europeos esperan obtener “claridad” por parte de Washington sobre sus intenciones. “Claramente vendrá con un mensaje de que hay que gastar más en la propia defensa y contribuir más a la seguridad común, pero también, esperamos, un mensaje de apoyo a la OTAN, en el sentido de que debe adaptarse y modernizarse, pero que no está en cuestión”, resumen fuentes aliadas. Las esperanzas europeas se basan en las declaraciones más tranquilizadoras hechas por James Mattis, designado secretario de Defensa, y Rex Tillerson, futuro secretario de Estado. Mattis, alias Perro Rabioso, dirigió el Mando de Transformación de la OTAN entre el 2007 y el 2009. Desde su elección, Trump ha evitado pronunciarse sobre la OTAN. El comunicado emitido ayer desde Bruselas tras su conversación con Stoltenberg afirma que ambos “reafirmaron la importancia de la Alianza en tiempos turbulentos”.
La fecha de la cumbre de la OTAN se ha adaptado a la agenda de Trump. El mandatario estadounidense se había comprometido a participar en la cumbre del G-7 en Taormina (Italia) los días 26 y 27 de mayo, y la idea es convocar la reunión aliada justo antes o inmediatamente después de esa cita. La cumbre de la OTAN, anunciada hace un año, se pensó inicialmente para el mes de julio con el fin de estrenar la nueva sede de la organización y conocer al sustituto de Barack Obama. El desprecio mostrado por Trump hacia la OTAN hace aún más importante la cita. Aunque las obras del nuevo edificio –encargado en el 2004, para dejar la sede temporal construida en 1967, después de que De Gaulle expulsara a las tropas aliadas de Francia– han terminado, no estará listo para acoger a las 4.000 personas que trabajarán en él. Lo más probable, explican fuentes aliadas, es que la reunión se celebre en su actual sede y sólo haya una pequeña ceremonia de inauguración.
Siendo precisos, está por ver que Trump realmente ponga un pie en Bruselas, ciudad que considera “un agujero infernal”. La sede de la OTAN está a las afueras de capital belga, en Evere (uno de los 19 municipios que la componen) y, por ahora, no está prevista ninguna visita oficial a las instituciones de la Unión Europea. Al día siguiente de las elecciones, los presidentes del Consejo Europeo y la Comisión Europea (Donald Tusk y JeanClaude Juncker) enviaron una felicitación conjunta a Trump en la que le invitaban a viajar a Europa cuanto antes para celebrar una cumbre conjunta. “Seguimos en contacto para ver cuándo será el mejor momento para organizarla”, declaró ayer un portavoz.
Fue Tusk el encargado de transmitirle la invitación días después por teléfono. Trump comentó luego que había hablado “con el jefe de la Unión Europea, un caballero muy amable” al que erróneamente identificó como Juncker. El presidente de la Comisión ha lamentado en varias ocasiones el desdén de Trump por “los detalles” –clave, dice, de las relaciones internacionales– y ha criticado sus comentarios a favor del Brexit. “Nosotros no vamos por ahí diciendo a Ohio que debería irse de EE.UU.”, comentó Juncker. A instancias de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, tanto Juncker como Tusk han rebajado el tono sobre el nuevo presidente de Estados Unidos. Es “un desafío, más que una amenaza”, dijo Tusk la semana pasada en La Valeta.
La Alianza se ha adaptado a la agenda del mandatario, que ya pensaba viajar a Europa para el G-7 en Italia