La Vanguardia

Un museo de postal

Oriol Vilanova expone en la Fundació Tàpies su colección de 27.000 postales

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

La Fundació Tàpies acoge la muestra de 27.000 postales de Oriol Vilanova.

En un artículo para La Publicitat, en 1929, Dalí profetizó que “un álbum cualquiera de postales de calles y plazas de París tendrá un día más valor que todas las descripcio­nes literarias que hayan hecho los mejores escritores”. Los surrealist­as, con Salvador Dalí y Paul Éluard a la cabeza, no sólo fueron coleccioni­stas de postales, sino que las reivindica­ron como elemento kitsch frente al autodenomi­nado buen gusto, como hicieron también con el modernismo. Y casi 90 años después, en el edificio modernista que fue sede de la editorial e imprenta Montaner i Simon, diseñada por Domènech i Montaner, y que hoy alberga la Fundació Tàpies, el artista Oriol Vilanova (Manresa, 1980) presenta su colección de 27.000 postales.

Diumenge es el título de una exposición (abierta hasta el 28 de mayo) que recoge la experienci­a de Oriol Vilanova como coleccioni­sta compulsivo de postales, como comprador de los marchés aux

puces, generalmen­te en domingo, de ciudades como Barcelona –es un habitual del mercado de Sant Antoni–, París, Madrid o Bruselas, donde ahora vive.

Oriol Vilanova ha clasificad­o esa inacabable colección (ya va por las 34.000) en un centenar de temáticas y categorías (puestas de sol, carreteras, escenas nocturnas, monumentos, gatos, zoológicos, piezas de museos, figuras de museos de cera, militares franquista­s,...). En otras ocasiones ha optado por presentar alguna de estas categorías, como su serie de 1.001 postales de arcos de triunfo de todo el mundo que formó parte de una colectiva de arte contemporá­neo en el Macba en el 2013. Pero esta vez ha volcado toda la colección y ha “empapelado” dos plantas de la Fundació Tàpies, un proyecto para el que ha contado con la ayuda de alumnos de la Escola Massana. El resultado es a primera vista un mosaico de colores, de tal modo que la disposició­n de las postales permite al espectador percibir, por ejemplo, franjas oscuras (cuando se trata de vistas de noche) o más claras (cuando son imágenes de piezas de museo con fondo blanco). Pero lo interesant­e de

Diumenge es tanto la gran cantidad de informació­n concreta que nos aporta como las múltiples interpreta­ciones a las que puede dar lugar. Uno puede concentrar­se en una cierta historia de la fotografía, a través de la postal, pero también fijarse en aspectos concretos de cada serie. Impagable la dedicada a los museos de cera y a los personajes que en ellos se representa­n. Y estas lecturas diversas se plasman también en obras teatrales, performanc­es y visitas comentadas que acompañan a la exposición. Como la del día 11 de marzo, cuando cuatro vendedores de postales del mercado de Sant Antoni montarán su puesto en estas mismas salas.

Las postales han quedado hoy desfasadas como sistema de comunicaci­ón y se venden en los encants junto con libros usados, cómics, sellos, monedas o videojuego­s. Para Oriol Vilanova, sin embargo, en esa era de la copia y la reproducci­ón, “los mercados de pulgas son santuarios” con luz propia. Desde otra perspectiv­a, Carles Guerra ha escrito que “el valor de estas postales, en cuyo reverso llevan inscritos mensajes caducos, vendría a ser el spam de la era analógica”. Pero si pudiésemos retroceder en el tiempo, quizás lo veríamos com el Instagram de otra época.

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INMA SAINZ DE BARANDA Oriol Vilanova, en la exposición Diumenge, en la Tàpies

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