El empleo bajo la piel
El implante, voluntario, permite abrir puertas y acceder al PC Los trabajadores que no quieran implantarse el dispositivo pueden optar por un anillo con las mismas funciones
Una empresa belga implanta chips a sus empleados.
La firma belga de marketing digital Newfusion ha decidido sustituir las habituales tarjetas de identificación de sus empleados por un microchip implantado bajo la piel que les permite abrir puertas y acceder al ordenador sin necesidad de poner contraseñas. Según publica el diario Le
Soir, ocho empleados ya se han colocado de manera voluntaria este dispositivo subcutáneo, y los trabajadores que no quieran someterse al implante pueden optar por utilizar un anillo que incorpora el chip y que cumple la misma función.
Los microchips RFID (identificación por radiofrecuencia) o NFC (tecnología de comunicación de campo cercano) son un cilindro del tamaño de un grano de arroz que acostumbra a implantarse en la mano (en la membrana entre los dedos pulgar e índice), y que emite la información que contiene cuando recibe la petición de un lector de chips cercano. Son similares a los chips de identificación que se colocan a los animales de compañía.
Comenzaron a interesarse por ellos los aficionados a la electrónica y algunos científicos, pero en los últimos dos años se han popularizado entre un público más general de hackers y aficionados a la informática gracias a los kits de autoimplante que pueden adquirirse por internet por menos de 90 euros. En Estados Unidos hace años que se utilizan en algunas corporaciones, sobre todo entre el personal sanitario, aunque hay estados como Wisconsin o California que han prohibido su uso a la vista de algunos informes de la Asociación Médica de Estados Unidos que advierten de posibles riesgos para la salud y de los problemas de privacidad que pueden ocasionar.
También desde el Grupo Europeo de Ética y Nuevas Tecnologías de la Unión Europea se han hecho advertencias sobre la necesidad de regular el biohacking y los implantes tecnológicos porque permiten localizar a las personas y acceder a la información que llevan almacenada sin permiso de quien los lleva.
El director de Newfusion, Vincent Nys, ha salido al paso de estos recelos asegurando en una entrevista a la televisión belga VRT que en su empresa “nadie está obligado” a colocárselo y que, en términos de invasión de la privacidad, “un iPhone es diez veces más peligroso que un chip”. Según Nys, “la tecnología hace más fácil nuestra vida cotidiana; no hay que tenerle miedo, basta con probarlo”. Y explicó que el microchip que se implantan sus empleados dispone de una memoria que permite grabar tarjetas de visita y volcar los datos de contacto a un smartphone de manera inmediata. “Que la gente se implante un chip para identificarse en su trabajo no es malo, pero quienes lo hacen deben tener claro que tiene un precio, que es la privacidad”, opina Itziar de Lecuona, del Observatorio de Bioética y Derecho de la UB. Y comenta que el chip va asociado a unos datos que proporcionan más información del usuario que una tarjeta identificativa y que, una vez conectado, siempre hay un tercero que accede a esa información y que dispondrá de un patrón de la actividad del usuario, desde la más trivial hasta la más importante.