Ni vía crucis, ni pasacalle, ni numerito
Los acusados llegan tarde al juicio por coherencia con un país que ayer vivió un enésimo colapso ferroviario. El colapso no es una exclusiva catalana, sino que se extiende a España, representada por un Joaquín Leguina que en Antena 3 exclama –en un tono que homenajea al Sargento Arensivia–: “¡Son unos ladrones!”. Se refiere a los presuntos manguis del 3%, convenientemente recuperado por los que quieren transformar una democracia tan frágil como la nuestra en un simulacro cada vez más putinizado (de Putin). Sin distancia institucional (de cuando Artur Mas no participaba en las manifestaciones del Onze de Setembre), el presidente Puigdemont encabeza una marcha que, pasada por el filtro audiovisual, es simultáneamente coacción al tribunal, numerito,
provocación, cortina de humo o, según el virtuoso del paroxismo Eduardo Inda, imitación de la mussoliniana Marcha sobre Roma. En ámbitos cercanos, en cambio, es la expresión de un anhelo democrático organizado con énfasis oficial, como si estuviéramos condenados a vivir entre la pseudoinformación y la protopropaganda. Por más que Joan Lluís Bozzo anime a la parroquia con modales de speaker del Camp Nou, al final se impone el lirismo trascendente y esa épica patriótica que parece la evolución de lo que el admirado y sulfúrico Joan de Sagarra bautizó como patufetisme-leninisme .En el 3/24 se oyen órdenes técnicas internas que interfieren en la retransmisión: “¡Bajad la cabeza, que no veo nada!” o “¿Esta cámara está pinchada?”.
El domingo, Artur Mas también fue protagonista. Conferencia de prensa, entrevista en el TN
nit y reportaje de Josep Cuní (8TV), que analizó retrospectivamente el día previo. La escena inicial, con Mas por los suelos jugando con sus nietas, era más propia de El convidat que de un reportaje de actualidad. Pero sirvió para subrayar el ingrediente del factor humano en un contexto cada vez más deshumanizado. En sistemas totalitarios, este tipo de imágenes de felicidad doméstica sirven para suavizar perfiles monstruosamente tiránicos que, en democracia, adquieren un interés morboso. La coartada de la curiosidad justifica el chismorreo. Supimos que habían almorzado un arroz memorable y, contra la frivolidad fratricida que tiende a caricaturizar el independentismo como manía de zombis manipulados, la intervención de la madre de Mas, la señora Gavarró, confirmó que la dificultad de este proceso es que confronta personas civilizadas.
¿Y Podemos? Están en plena convulsión orgánica, no se sabe si hacia la mutación o la autodestrucción. Pablo Iglesias pasó por
La Sexta Noche e Íñigo Errejón por El objetivo. Ambos se esforzaron en demostrar que habían madurado, pero lo que transmitieron es que habían envejecido. Prematuramente.
Se oyen órdenes técnicas internas que interfieren en la retransmisión