El laboratorio francés
En Marcha, el partido de Emmanuel Macron, que fue ministro de Economía, Finanzas e Industria del gobierno de Manuel Valls, fundado el 6 de abril del 2016, se revela como una sólida alternativa para luchar contra la lepenización de Francia. Quién podía sospechar que, en menos de doce meses, un partido nacido a golpe de redes sociales para motivar el encuentro de la izquierda y de la derecha en un espacio de nuevo impulso para revitalizar la agotada República pudiera tener opción para disputar la presidencia francesa. En las escuelas de élite, como la Escuela Normal Superior, siempre decantada a favor de opciones de izquierda, los alumnos han ido a votar en masa las primarias de la derecha e izquierda para apoyar a los mejores candidatos que puedan enfrentarse a Marine Le Pen. Una élite que votará al socialista Benoît Hamon, que ya ganó las primarias a Manuel Valls, o a Jean-Luc Mélenchon, más a la izquierda. Y observa con estupor cómo el partido de Macron, sin ofrecer programa electoral y recién nacido, va ganando adeptos. La razón hay que buscarla en la descomposición de la derecha de François Fillon, asediado por la revelación de la malversación de fondos públicos a favor de su mujer, y por la victoria de Hamon, al que se le considera demasiado de izquierdas para poderse oponer al programa del Frente Nacional que domina el mainstream francés.
En poco más de diez años, Francia ha pasado de ser predecible políticamente a convertirse en un laboratorio político de gran importancia para el devenir de Europa y de España. Unas elecciones donde todos los partidos, tendencias y experimentos políticos se ciñen en buscar la forma de detener a Marine Le Pen que, por otra parte, ha recibido un nuevo impulso con la victoria de Trump. Una victoria que está demostrando a muchos franceses que lo que se promete en campaña es posible, ya cansados de ver los dictados de la política tradicional donde los programas son papel mojado. El partido de Macron es una versión sofisticada del work in progress que ya realizara Podemos en España, pero sin ideología definida. Es la demostración de que es posible crear nuevos espacios políticos nacidos del seno de los partidos tradicionales. Es la constatación de que estamos ante un escenario político donde nacerán nuevos partidos construidos con la técnica ornamental del trencadís, a golpe de trocear a los partidos existentes.