Tertuliano desmentido
La editorial Adesiara publica unos textos grecolatinos sobre las artes escénicas tal como se desplegaron durante un milenio, desde el teatro ático del siglo V a.C. hasta el VII d.C. El volumen, con los textos originales y las traducciones al catalán de Esther Artigas y Roser Homar, se titula
L’escena antiga y Joan Casas lo contextualiza en una introducción. Destaca en ella, por ejemplo, que conocemos la prolongación de estas prácticas gracias a una carta del rey visigodo Sisebuto en la que reprochaba al arzobispo Eusebio de Tarragona su afición por los espectáculos. El último de los textos del libro es De spectaculis ,en el que el cartaginés del siglo II Quintus Septimus Florens Tertullianus, Tertuliano, deplora las artes escénicas desde una visión del cristianismo que, diecinueve siglos más tarde, aún es compartida por algunos antiartistas. Tertuliano, origen etimológico un tanto paradójico de los actuales contertulianos, se muestra implacable en su denuncia contra el mundo del espectáculo, se acoge a fuentes de autoridad manipuladas y combina los argumentos con la habilidad de un tahúr. Como no da con ninguna prohibición bíblica, cita la loa del rey David a los que no asisten a la “asamblea de los impíos”, exaltando su ausencia.
Esta postura de avestruz es central en el actual conflicto entre Catalunya y España. Más allá de la instrumentalización de los medios (o del posicionamiento ideológico de unos y otros), se da un hecho objetivo. En todas las tertulias de radios y teles que se emiten en catalán para Catalunya (TV3, 8tv, RAC1, Catalunya Ràdio, BTV...) aparece la figura de quien se posiciona frontalmente contra el independentismo. No la adjetivo de ningún modo ni cito ningún apellido para evitar la acusación inmediata de estar señalando a presuntos “malos catalanes”. Los lectores de esta columna son lo suficientemente inteligentes para saber de quién hablo. En cambio, en las tertulias de radio y teles que se emiten en castellano para toda España (TVE, Antena 3, Telecinco, Cuatro, La Sexta, RNE, la Ser...) (casi) nunca hay ninguna voz que adopte una posición favorable al independentismo. El resultado de este hecho comprobable es que la audiencia de estos segundos medios recibe un punto de vista único en esta cuestión tan delicada, mientras que a la audiencia de los primeros no le son ajenos los argumentos contrarios al independentismo (ni su posible refutación). De ahí el choque anafiláctico que se produce en la opinión pública española cada vez que alguien (llámese Mas o Rufián o Puigdemont o Junqueras) habla sin filtros. Y de ahí la poca credibilidad de los comentaristas aficionados a comparar a Catalunya con Corea del Norte pero incapaces de aplicar su análisis al sujeto político que sueñan indivisibilísimo.
La postura de avestruz que defiende Tertuliano es central en el actual conflicto político entre Catalunya y España