Aviso a los partidos
Imaginaos esta sorpresa en las elecciones francesas: gana el exministro Enmanuel Macron, que se presenta como candidato independiente, contra los grandes partidos, y cada día sube en las encuestas. Imaginaos que en Italia sigue reuniendo adhesiones el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo o que resurge Berlusconi con un partido hecho a su medida y servicio. Imaginaos que en el resto de la Unión siguen creciendo los populismos con su oferta de “una nueva política”. Y después de este ejercicio, recordad que Donald Trump llegó a presidente con un programa que contradecía en muchos aspectos la doctrina tradicional (y constitucional) del Partido Republicano. Y recordad cómo en España se produjo una rebelión a través de las CUP, las Mareas y otros movimientos emergidos en las últimas elecciones. ¿Os sugiere algo?
A este cronista le sugiere la confirmación de un viejo diagnóstico: la crisis de los partidos políticos como los hemos entendido hasta ahora. No están respondiendo a las nuevas demandas sociales. Se han quedado anclados en sus viejos esquemas de funcionamiento y representación. Resultan endogámicos y cerrados en la elección de sus líderes. Son máquinas lentas y pesadas con dificultades para asumir los cambios acelerados del mundo. Son viejos. Obsoletos. Casi siempre marcados por el amiguismo y en muchos casos, por la corrupción. En consecuencia, han provocado decepción y finalmente cansancio popular. Por ello pierden base social. Los ciudadanos están pidiendo otra cosa y la encuentran en esas nuevas formaciones o personas, cuyo mayor mérito es la novedad.
El caso de Macron en Francia es revelador: basta el atractivo de un solo nombre con ideas sólidas y novedosas, capaz de crear ilusiones, para poner en aprietos a los poderosos partidos tradicionales, incluido en ese concepto el Frente Nacional de Le Pen. Es un aviso. Es la corriente –cada vez menos subterránea– que mina los cimientos del mismísimo sistema representativo. Es la señal de la próxima transformación política. Y es un signo de vitalidad de las sociedades, que han decidido no resignarse, perder el miedo a lo desconocido y poner su voto en actitud de rebelión.