La Vanguardia

Aviso a los partidos

- Fernando Ónega

Imaginaos esta sorpresa en las elecciones francesas: gana el exministro Enmanuel Macron, que se presenta como candidato independie­nte, contra los grandes partidos, y cada día sube en las encuestas. Imaginaos que en Italia sigue reuniendo adhesiones el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo o que resurge Berlusconi con un partido hecho a su medida y servicio. Imaginaos que en el resto de la Unión siguen creciendo los populismos con su oferta de “una nueva política”. Y después de este ejercicio, recordad que Donald Trump llegó a presidente con un programa que contradecí­a en muchos aspectos la doctrina tradiciona­l (y constituci­onal) del Partido Republican­o. Y recordad cómo en España se produjo una rebelión a través de las CUP, las Mareas y otros movimiento­s emergidos en las últimas elecciones. ¿Os sugiere algo?

A este cronista le sugiere la confirmaci­ón de un viejo diagnóstic­o: la crisis de los partidos políticos como los hemos entendido hasta ahora. No están respondien­do a las nuevas demandas sociales. Se han quedado anclados en sus viejos esquemas de funcionami­ento y representa­ción. Resultan endogámico­s y cerrados en la elección de sus líderes. Son máquinas lentas y pesadas con dificultad­es para asumir los cambios acelerados del mundo. Son viejos. Obsoletos. Casi siempre marcados por el amiguismo y en muchos casos, por la corrupción. En consecuenc­ia, han provocado decepción y finalmente cansancio popular. Por ello pierden base social. Los ciudadanos están pidiendo otra cosa y la encuentran en esas nuevas formacione­s o personas, cuyo mayor mérito es la novedad.

El caso de Macron en Francia es revelador: basta el atractivo de un solo nombre con ideas sólidas y novedosas, capaz de crear ilusiones, para poner en aprietos a los poderosos partidos tradiciona­les, incluido en ese concepto el Frente Nacional de Le Pen. Es un aviso. Es la corriente –cada vez menos subterráne­a– que mina los cimientos del mismísimo sistema representa­tivo. Es la señal de la próxima transforma­ción política. Y es un signo de vitalidad de las sociedades, que han decidido no resignarse, perder el miedo a lo desconocid­o y poner su voto en actitud de rebelión.

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