Operación Novela del Desierto
El barcelonés Álvaro Colomer narra la odisea de la última brigada de españoles en Iraq
La novela bélica española ha entrado en el siglo XXI. Ya no hay berberiscos, cimitarras, turbantes, galeones, mosquetes ni bolas de cañón. Ahora, sus protagonistas atraviesan el desierto iraquí en convoyes blindados, hablan por Skype con sus hijos, luchan contra el yihadismo, con un fondo de pozos de petróleo en llamas y un día a día en el que los soldados de las fuerzas internacionales andan a la greña según sus nacionalidades, cuando no se pelean con los mucho mejor pagados mercenarios de la empresa privada.
Bienvenidos al infierno iraquí. Allí ha situado su nueva novela alguien tan aparentemente apacible como Álvaro Colomer (Barcelona, 1973). Aunque caminen por el valle de la muerte (Random House) es la narración ficcionada, a partir de más de 200 entrevistas y algún que otro viaje –Iraq, Afganistán, Estados Unidos– de la silenciada batalla de Nayaf, que tuvo lugar el 4 de abril del 2004 y en que el cuartel de los soldados españoles de la brigada Plus Ultra II fue atacado por las tropas del clérigo chiíta Moqtada al Sadr. El PSOE de Zapatero acababa de ganar las elecciones –propulsado por el “¡No a la guerra!”–, pero no había tomado posesión. Y, por tanto, las instrucciones eran claras: no disparar, no entrar en combate.
Una decisión que no entendían sus compañeros mercenarios de la empresa Blackwater. “Hoy, los gobiernos contratan a estos prosegures de la guerra. Los parlamentos de Estados Unidos o el Reino Unido se gastan millones en compañías privadas que van a Iraq y Afganistán, y cuyas bajas no computan como soldados, sino que son muertes civiles. Sus sueldos llegan hasta 80.000 euros al mes, aunque la mayoría cobra unos 15.000; por eso abandonan las fuerzas especiales del ejército, de donde proceden”. “Son muy salvarias vajes –añade–, nadie los controla”.
De entre los maquiavelismos propios de las situaciones bélicas, destaca que soldados estadounidenses realicen un secuestro disfrazados de españoles para ver si, así, estos sufren represalias y se deciden de una vez a entrar en combate. “Para algunos, toda la batalla es una trampa para que España se implique de verdad en la guerra. La ficción me ayuda a optar por una de las explicaciones posibles”. Lo cierto es que “la CNN dijo que fueron los españoles los que se llevaron a Mustafa al Yaqubi..., pero ellos ni sabían que había sido capturado”.
Otro de los episodios reales es cuando un traductor detenido por los españoles se decide, tras cuatro meses de cautiverio –nada menos que en Abu Ghraib– a preguntar tímidamente cómo va su caso “y el carcelero le dice que los españoles ya se habían ido del país y que puede salir a la calle porque no tiene quien lo acuse. ¡Abandonamos hasta a nuestros presos!”.
Entre sus referentes, Colomer cita Black Hawk derribado –“el libro, no la película”–, los filmes de Kathryn Bigelow, sobre todo Imán de Ramón J. Sender, y diversas obras de Chaves Nogales o Lorenzo Silva.
Otro aliciente de la novela es observar las distintas conductas de los personajes según sus diferentes nacionalidades. “Cuatro ejércitos y cada uno actúa de una manera. Por ejemplo, los salvadoreños lo hicieron muy bien, venían entrenados de su guerra con Honduras. Los españoles sufrían unas reglas de enfrentamiento muy restrictivas, mientras que los estadounidenses podían matar preventivamente”.
“Yo fui a las manifestaciones contra la guerra de Iraq –confiesa Colomer–, pero el tema es, una vez estuvimos allí, ¿qué hicimos? La ciudadanía se desentendió del asunto y nadie sabe bien lo que sucedió en Iraq, o ahora en Afganistán. No puede ser que a esos chavales de 20 años, llenos de testosterona, que van a hacer algo por su país, se les desprecie e ignore a su vuelta. Ellos cumplieron con su deber de militar, no son hijos de Aznar”. Toda esta situación ha impedido “que se reconozcan sus hechos heroicos, como el rescate de los salvadoreños, porque el Gobierno no admite que fuera una batalla. La versión oficial es que era la posguerra y no la guerra; por lo tanto, no hay medallas”.
Es difícil adscribir a Colomer a alguna corriente generacional. Él dice que “los escritores, en España, no levantan el culo de la silla. Escriben de la redención, la culpa, el perdón... ¡Coño, muévete y haz una investigación de verdad!”. Algunos de sus temas trazan una siniestra sombra: prostitución, Chernobil, suicidios, guerras... “Tal vez un psicoanalista tendría trabajo ahí”, sonríe.
“Los escritores, en España, no levantan el culo de la silla, hablan de la redención... ¡Coño, muévete, investiga!”