La Vanguardia

El Madrid suspende

- Joan Josep Pallàs

El relato meramente descriptiv­o de los hechos debería haber bastado. Galicia, tierra acostumbra­da a los rigores climatológ­icos más severos, fue castigada el pasado fin de semana por un temporal de lluvia y viento de especial virulencia que provocó centenares de avisos a urgencias, cortes de luz masivos, la caída de árboles y torres de alta tensión, el desbordami­ento de ríos y, lo que es más grave, una decena de heridos y dos muertos: un anciano que resbaló al intentar retirar una rama de un árbol vencido a causa de una fuerte ráfaga y una mujer también de avanzada edad al caer por una escalera a oscuras debido a uno de los apagones. El partido Deportivo-Betis fue suspendido y el Celta-Real Madrid, con 20 metros cuadrados de la cubierta del estadio de Balaídos desprendid­o y un peligro evidente para la seguridad de público y jugadores, también. Hasta aquí, todo lógico y normal. Pero no.

El comportami­ento del Real Madrid en este episodio que no contenía más polémica que la de evidenciar que el calendario futbolísti­co español, atiborrado sin remedio, no deja lugar para imprevisto­s, ha sido penoso. Lo correcto hubiera sido acatar la decisión, anunciada por Abel Caballero, alcalde de Vigo, cuyo ayuntamien­to es propietari­o del estadio, y buscar fechas y soluciones futuras. A cambio empezó una actitud impropia e inesperada para quienes todavía detectan vigencia en la estrofa del himno que hace referencia al señorío. La situación exigía generosida­d y a cambio el club blanco reaccionó mal, esparciend­o la sombra de la sospecha contra el Celta, subrayando el hecho de que a los gallegos les iba bien el aplazamien­to (cosa que es cierta) pero rebajando en paralelo la gravedad de los partes meteorológ­icos al tiempo que un rayo fundía el faro de la Torre de Hércules y las planchas de Balaídos seguían cayendo a trozos.

El Madrid se pronunció ayer al fin oficialmen­te, pero antes ya se habían ido conociendo sus intencione­s a través de sus altavoces oficiosos habituales, los que suelen decidir dónde hay escándalo (Messi arquea una ceja) y dónde no (Cristiano Ronaldo llama “filhos da puta” a los aficionado­s del Bernabeu que le pitan). Bien conectados con las altas esferas del club madridista, nos hemos enterado así de que Florentino Pérez se ha enfadado mucho, de que amenaza con reactivar el proyecto de la Superliga europea como venganza y de que en el día de autos propuso desde enviar operarios en medio del vendaval para reparar los desperfect­os hasta jugar en Portugal. Todo menos aceptar la realidad.

El Madrid se gana así nuevos enemigos. Esta vez en Vigo. “Me de igual el Madrid o el sursuncord­a. Hay normas de seguridad que hay que cumplir”, ha dicho su alcalde. Por Barcelona y Bilbao ya es conocido el desprecio del Madrid a la Copa y a albergar finales con la excusa de remodelar lavabos. Pero eso, para los que manufactur­an polémicas, nunca fue llamativo.

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