La peligrosa misión de fotografiar a Trump
Shealah Craighead acepta ser la fotógrafa de la Casa Blanca
Menudo papelón que le ha tocado a Shealah Craighead.
Una vez designada fotógrafa del presidente Trump, cualquier día deberá escuchar aquella frase de Groucho Marx en boca de su jefe: “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”.
Dada la egocéntrica tendencia al autoengrandecimiento del actual inquilino de la Casa Blanca, esta mujer se puede encontrar con situaciones en que deba retratar lo inexistente. A lo largo de su carrera profesional, de su campaña electoral y de sus poco más de dos semanas en la cima del poder planetario, Donald Trump ha dado pruebas más que sobradas de que cree en ese concepto tan cinematográfico del “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”.
El nombramiento del fotógrafo carece de la relevancia que se atribuye a otros asesores presidenciales. Teóricos de la conspiración como Steve Bannon, que incluso intriga contra el papa Francisco, o Kellyanne Conway, que se inventa masacres cometidas por iraníes, tienen a diario su dosis de protagonismo mediático y social. Sin embargo, la influencia de Craighead, la sombra del presidente, siempre a su lado, no deja de ser determinante para el éxito de la percepción pública de lo que ocurre detrás de las cortinas. De ahí que no pocos califiquen de compleja la tarea cotidiana de retratar a un hombre tan obsesionado con la imagen y con la necesidad de sentirse idolatrado.
La presión, aunque tal vez no en esta dimensión, no le viene de nuevo. Craighead trabajó en la Casa Blanca, en la administración de George W. Bush, como fotógrafa de Laura Bush, la primera dama. También estuvo en la oficina del vicepresidente Dick Cheney. Y, entre otras asignaciones, siguió a Sarah Palin en su intento en el 2008 de ser la sucesora del citado Cheney. Su misión contará, además, con las odiosas comparaciones. Craighead ocupa el vacío dejado por Pete Souza, el fotógrafo del presidente Obama, cuya labor ha sido muy elogiada por su calidad.
A pesar del relevo, Souza sigue en la política. En silencio. En su Instagram cuelga fotos. Si Trump discute con el primer ministro de Australia, ahí está Obama compartiendo sonrisas con él. O brindando con el presidente mexicano. Eso de que una imagen vale más que mil palabras es un reto para Craighead.