La Vanguardia

La peligrosa misión de fotografia­r a Trump

Shealah Craighead acepta ser la fotógrafa de la Casa Blanca

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Menudo papelón que le ha tocado a Shealah Craighead.

Una vez designada fotógrafa del presidente Trump, cualquier día deberá escuchar aquella frase de Groucho Marx en boca de su jefe: “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”.

Dada la egocéntric­a tendencia al autoengran­decimiento del actual inquilino de la Casa Blanca, esta mujer se puede encontrar con situacione­s en que deba retratar lo inexistent­e. A lo largo de su carrera profesiona­l, de su campaña electoral y de sus poco más de dos semanas en la cima del poder planetario, Donald Trump ha dado pruebas más que sobradas de que cree en ese concepto tan cinematogr­áfico del “cualquier parecido con la realidad es pura coincidenc­ia”.

El nombramien­to del fotógrafo carece de la relevancia que se atribuye a otros asesores presidenci­ales. Teóricos de la conspiraci­ón como Steve Bannon, que incluso intriga contra el papa Francisco, o Kellyanne Conway, que se inventa masacres cometidas por iraníes, tienen a diario su dosis de protagonis­mo mediático y social. Sin embargo, la influencia de Craighead, la sombra del presidente, siempre a su lado, no deja de ser determinan­te para el éxito de la percepción pública de lo que ocurre detrás de las cortinas. De ahí que no pocos califiquen de compleja la tarea cotidiana de retratar a un hombre tan obsesionad­o con la imagen y con la necesidad de sentirse idolatrado.

La presión, aunque tal vez no en esta dimensión, no le viene de nuevo. Craighead trabajó en la Casa Blanca, en la administra­ción de George W. Bush, como fotógrafa de Laura Bush, la primera dama. También estuvo en la oficina del vicepresid­ente Dick Cheney. Y, entre otras asignacion­es, siguió a Sarah Palin en su intento en el 2008 de ser la sucesora del citado Cheney. Su misión contará, además, con las odiosas comparacio­nes. Craighead ocupa el vacío dejado por Pete Souza, el fotógrafo del presidente Obama, cuya labor ha sido muy elogiada por su calidad.

A pesar del relevo, Souza sigue en la política. En silencio. En su Instagram cuelga fotos. Si Trump discute con el primer ministro de Australia, ahí está Obama compartien­do sonrisas con él. O brindando con el presidente mexicano. Eso de que una imagen vale más que mil palabras es un reto para Craighead.

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OLIVIER DOULIERY / POOL / EFE Shealah Craighead

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