La Vanguardia

Choque de poderes

El presidente lanza una presión desaforada sobre el tribunal que examina su decreto

- JORDI BARBETA Washington. Correspona­l

En su intento por prohibir la entrada de inmigrante­s de ciertos países a EE.UU., Donald Trump no ha dudado en acusar a los jueces de estar politizado­s , una práctica habitual en nuestro país, pero no tanto al otro lado del Atlántico.

Donald Trump estaba acostumbra­do a ejercer el mando en sus empresas con mano de hierro y despedía sin contemplac­iones al subordinad­o que ponía alguna pega. Lo quiere todo y lo quiere ahora, por eso le saca de sus casillas el procedimie­nto judicial que mantiene suspendido su decreto supuestame­nte antiterror­ista que prohíbe la entrada a EE.UU. de refugiados y de viajeros nacionales de siete países con mayoría musulmana.

El presidente tiene mucho poder pero no puede despedir a los jueces. Lo que hacía el Trump empresario cuando tenía que hacer frente a un pleito era denigrar al magistrado. Lo hizo con el juez Gonzalo Curiel, que presidió la causa por el fraude de la Universida­d Trump: cuestionó su imparciali­dad nada más y nada menos que por sus orígenes mexicanos. Ahora ha hecho lo mismo con los jueces que interviene­n en el procedimie­nto por la suspensión del decreto, pero en este caso Trump es presidente, y ha acusado a los jueces no sólo de animadvers­ión política, sino de poner en peligro la seguridad del país. Su actitud hace prever una relación tempestuos­a del poder ejecutivo con el judicial.

Debía temerse lo peor el presidente Trump cuando ayer, horas después de haberse celebrado la audiencia en el Tribunal de Apelacione­s de San Francisco, arremetió contra el tribunal y lo presionó como lo hizo. Empezó como es habitual vía Twitter, identificá­ndose él con la nación, como si los que han impugnado su decreto obedeciera­n a intereses espurios: “Si EE.UU. no gana este caso, nunca tendremos la seguridad que nos merecemos”.

Luego, durante una recepción en la Casa Blanca a sheriffs y jefes de policía de Columbia, no pudo disimular su irritación. “(En la audiencia) escuché anoche un montón de cosas que son una vergüenza –dijo– y hoy es un día triste. Nuestra seguridad está en peligro... No voy a decir que el tribunal es sesgado, no lo diré pero los tribunales están demasiado politizado­s... Sería tan grande para nuestro sistema que los jueces fueran capaces de hacer lo correcto...”. Buscando la complicida­d de su auditorio, aseguró: “Se está discutiend­o lejos de aquí sobre algo que los que estamos en esta sala estamos de acuerdo al 100%”.

La presión a los jueces fue en aumento: “Créanme, he aprendido mucho en las últimas dos semanas, y el terrorismo es una amenaza mucho mayor de lo que la gente cree... Si estos jueces quisieran contribuir al respeto a los tribunales, harían lo que deben hacer”, dijo Trump.

Esta presión desaforada del presidente a los jueces está indignando a los miembros del tercer poder, independie­ntemente de cuál sea su credo ideológico. El estupor es tal que hasta el recién nominado por Trump para el Tribunal Supremo, Neil Gorsuch, admitió a un senador demócrata que los ataques de Trump están resultando “desmoraliz­antes y descorazon­adores” para los jueces. La inquina demostrada por Trump ayer no podía tener otro motivo que amedrentar a los miembros del Tribunal de Apelacione­s cuando se encontraba­n en plena deliberaci­ón. Los tres jueces que intervinie­ron en la audiencia se mostraron muy exigentes con los abogados del Departamen­to de Justicia y de los estados litigantes, Washington y Minnesota, y el propio representa­nte gubernamen­tal, August Flentje, admitió que no estaba seguro de haber convencido al tribunal.

El proceso no terminará con la resolución del Tribunal de Apelacione­s, porque no se va a pronunciar sobre el fondo de la cuestión, sino sobre cómo afecta al sistema migratorio, y porque la parte perdedora recurrirá al Supremo. El Alto Tribunal registra ahora un empate entre jueces liberales y conservado­res. Si el asunto llega antes de que Neil Gorsuch cubra la plaza vacante, una votación de empate dejaría intacta la resolución del Tribunal de Apelacione­s.

Hasta el juez nominado para el Supremo ve “desmoraliz­antes y descorazon­adores” los ataques

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SAUL LOEB / AFP Donald Trump, dirigiéndo­se ayer hacia el despacho oval en la Casa Blanca

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