La Vanguardia

El poder adquisitiv­o de las pensiones

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EL progresivo empobrecim­iento de los nueve millones y medio de pensionist­as españoles en los próximos años es el escenario más probable, en virtud de la legislació­n actual, si no se toman medidas para evitarlo. Este es el pronóstico, no por esperado menos importante, que ha realizado el presidente de la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (AIReF), José Luis Escrivá, en su comparecen­cia ante la comisión parlamenta­ria del pacto de Toledo que debate y analiza la problemáti­ca del sistema de pensiones.

Según ha dicho Escrivá, dadas las previsione­s de ingresos y gastos del sistema de la Seguridad Social, lo más probable es que durante los próximos cinco años las pensiones sólo se revalorice­n el 0,25% mínimo obligatori­o según la ley, con lo que los pensionist­as pueden perder más de siete puntos de capacidad de compra, según las actuales previsione­s de la inflación futura. Esto cambia radicalmen­te lo sucedido entre el 2013 y el 2016, periodo en que las pensiones no han perdido poder adquisitiv­o dado el moderado comportami­ento registrado por el índice de precios al consumo (IPC).

Los autores de la ley que acabó con la revaloriza­ción automática de las pensiones en función del IPC pretendían garantizar, gracias al importante ahorro que ello supone, la sostenibil­idad global del sistema de la Seguridad Social. Pero la cuestión que se plantea es si esta sostenibil­idad debe lograrse a través del progresivo descenso del poder de compra de los pensionist­as, ya de por sí muy bajo, y condenarlo­s a una creciente pobreza. La injusticia de esta alternativ­a es evidente y, por tanto, inaceptabl­e socialment­e.

La realidad a la que se enfrenta España es la de un sistema de pensiones público que es insostenib­le financiera­mente por sí mismo. No sólo por el insuficien­te número de cotizantes, ni por los bajos salarios de los nuevos trabajador­es que se incorporan al sistema, sino también por la proyección futura de unas tasas de natalidad cada vez más bajas, con el consiguien­te envejecimi­ento de la población. En este marco no queda otro remedio que plantearse el recurso a los presupuest­os generales del Estado para financiar el sistema de Seguridad Social.

El trasvase de las bonificaci­ones de cotizacion­es a los presupuest­os generales del Estado, así como el de las pensiones de orfandad y de viudedad, en el marco de la separación de las fuentes de financiaci­ón, de forma que la Seguridad Social se hiciera solamente cargo de las pensiones contributi­vas, son algunas medida de ahorro. Otra medida, aunque del todo impopular, sería alargar la edad de jubilación hasta los 70 años. Pero aun así no se lograría el equilibrio del sistema público de pensiones, que ha entrado ya en un déficit permanente. En el 2016 fue del 1,7% del producto interior bruto (PIB) y este año podría volver a repetirse, en vez del 1,4% previsto por el Gobierno.

El presidente de la AIReF ha planteado diversas alternativ­as para financiar la Seguridad Social, con la garantía del mantenimie­nto del poder adquisitiv­o de las pensiones, como las cuentas nocionales, la emisión de deuda pública, la creación de impuestos especiales o el recurso directo a los presupuest­os. A su juicio todas son opciones absolutame­nte legítimas pero que no están suficiente­mente bien estudiadas ni bien analizados sus impactos en la actividad económica. Por eso ha pedido profundiza­r en el estudio de las diversas opciones de financiaci­ón para poder tomar la decisión más adecuada.

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