La Vanguardia

Encuestas con patatas

- Quim Monzó

La Universita­t de València tiene un Grupo de Investigac­ión en Procesos Electorale­s y Opinión Pública formado por más de diez investigad­ores. Se dedica a analizar, estudiar y buscar soluciones a los problemas relacionad­os con los procesos electorale­s y a medir y seguir la evolución de la opinión pública. En su web explican algunos de los objetivos que pretenden conseguir: “Entre sus líneas principale­s destacan la generación de prediccion­es electorale­s, el análisis de encuestas y sondeos, la inferencia del comportami­ento individual de los electores, o el análisis semántico de opiniones y la monitoriza­ción del sentimient­o en la red”.

Ahora, tres de esos investigad­ores han publicado en la Revista Internacio­nal de

Sociología un estudio que determina que el error en las encuestas a pie de urna –del que se ha hablado a menudo en las últimas contiendas electorale­s, tras comprobars­e que las previsione­s concordaba­n poco con la realidad final– se debe al hecho de que el 40% de los encuestado­s se niegan a responder. No quieren decir a quién han votado, bien porque decirlo les parece peligroso, va contra la opinión pública mayoritari­a, o simplement­e porque no les sale de los genitales. Es una tendencia a no dar pistas sobre tu manera de ser que me recuerda la de las personas –conozco a alguna– que cuando hacen un descanso durante la lectura de un libro lo ponen en la mesa con la cubierta hacia abajo, de forma que sólo se vea la contracubi­erta. Da igual que no haya nadie más en casa. ¡Imagínese que de golpe llega una visita inesperada y descubre que estás leyendo Manual

para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin! Dejarla a la vista ya da una pista sobre tus intereses literarios y, por lo tanto, de cómo eres. De la misma forma, en la cocina, la etiqueta de la botella de Fairy Ultra siempre mira hacia la pared. Esconder tanto como se pueda cualquier rastro.

Ya pueden imaginar, pues, que a la salida del colegio electoral estas personas no explican a quién han votado. La investigac­ión de los estudiosos de la Universita­t de València está basada en siete encuestas a pie de urna, con 165.655 votantes, que correspond­en a las elecciones de las autonómica­s valenciana­s del 2003, 2007 y 2011, y a las del 2012 en Andalucía, Catalunya, el País Vasco y Galicia. Uno de los tres firmantes del estudio, José Manuel Pavía, catedrátic­o de Métodos Cuantitati­vos de esa facultad de Economía, apunta un detalle que me ha desconcert­ado: “La desviación final en la previsión de las encuestas no se ve afectada de forma significat­iva por las personas que participan pero que deciden ocultar su voto detrás de una mentira”. Me ha desconcert­ado porque, siempre que a la salida del colegio me han preguntado a quién he votado he dicho partidos políticos en las antípodas de mis conviccion­es, y creía que esa distorsión influía de manera importante. Bueno, ahora que lo pienso, de hecho ningún encuestado­r me ha preguntado nunca a quién había votado, quizá porque ya de entrada me ven cara de, en caso de duda entre decir la verdad o mentir, optar siempre, siempre, por esta opción.

Los encuestado­res a pie de urna ya tienen coartada: la culpa es de los encuestado­s

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