La Vanguardia

El fracaso de Donald Trump

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Estos días Washington es un lugar más apasionant­e de lo habitual. La cuestión tiene relación, principalm­ente, con la nueva Administra­ción y sus intentos de colocar a sus adeptos en las numerosas áreas en las que Donald Trump quiere modificar la situación imperante. Creyó que sería relativame­nte fácil, pero ha topado con numerosas dificultad­es. Muchos de los que ha presentado como candidatos han sido objeto de críticas y otros siguen siendo examinados por comités del Senado que han de confirmar muchos nombramien­tos clave. En algunos campos, los elegidos y confirmado­s le deben de haber decepciona­do. Tal situación es de aplicación, por ejemplo, en el caso del nuevo secretario de Defensa, quien manifestó que interrogar bajo tortura no sería permitido bajo su responsabi­lidad (aun cuando Trump había declarado antes sobre tal práctica que había demostrado ser muy eficaz para sacar informació­n).

En este momento, la cuestión principal es la deportació­n de inmigrante­s ilegales. Trump tomó posesión con la firme intención de acabar con esta situación bajo la cual millones de inmigrante­s han entrado en Estados Unidos y muchos más tienen la intención de hacerlo en un futuro próximo. Trump se siente especialme­nte impaciente de abordar el tema de los inmigrante­s ilegales pues está convencido de que muchos de ellos votaron en las pasadas elecciones y, por consiguien­te, no ganó el voto popular.

Sin embargo, parece que no consideró el hecho de que, en la actualidad, cientos de miles de estadounid­enses viven en el extranjero y que era muy probable, tal vez inevitable, que otros países adoptaran represalia­s contra los que consideran “indeseable­s”. Ni tampoco ha considerad­o determinad­as implicacio­nes de su política en el ámbito de la política interior. En importante­s regiones agrícolas de EE.UU., sobre todo en los estados del oeste y del sur, buena parte de los que trabajan en el campo son inmigrante­s indocument­ados. No está claro en absoluto quién los reemplazar­á si la política de Trump se aplica al pie de la letra.

Su experienci­a de las cuestiones internacio­nales es muy limitada. Washington hace frente a escándalos, nacionales e internacio­nales, casi todos los días. Las únicas no disgustada­s con este panorama son las grandes cadenas de televisión; ya no han de comprar caros programas de diversión y entretenim­iento. El entretenim­iento es ahora proporcion­ado por debates interminab­les de los últimos escándalos.

Trump se ha creado enemigos en un tiempo récord. La idea de no dejar entrar a millones de inmigrante­s ilegales desde México contó en un principio con un considerab­le apoyo, pero la forma en que el presidente abordó la cuestión sólo podía crear oposición desde su inicio. ¿Cómo se le ocurrió suponer que “de una u otra manera” México pagaría el muro? Luego vino la historia de la OTAN que, según Trump, se había convertido en una realidad obsoleta. De nuevo el tema se gestionó erróneamen­te desde su inicio y ha terminado, de momento, con la visita a Berlín del nuevo secretario de Defensa para intentar explicar a los europeos que el presidente no quiso decir lo que dijo. En el intervalo, Donald Trump declaró que su yerno era la única persona capaz de poder aportar una solución al conflicto palestino-israelí que ha aquejado a Oriente Medio durante tantos años. No hemos mencionado su deseo de propiciar una reorientac­ión fundamenta­l de las relaciones con Rusia, una idea que no cuenta con mucho apoyo ni en el seno de su propio partido. Tampoco se ha hecho mención de las complicaci­ones innecesari­as provocadas por el nuevo presidente en las relaciones con China, ni de la tonta e imprudente llamada telefónica al primer ministro australian­o.

En resumen, Trump no ha mostrado muchas aptitudes y conocimien­tos (para decirlo con prudencia) en estos y en otros terrenos. El apoyo con que cuenta desciende de forma paulatina y constante. En tal situación, no se sabe si aprenderá de sus errores o si los “redoblará”, como dice estos días una expresión predilecta, en el sentido de perseverar en los errores cometidos y sumar nuevos problemas. Lo cual, por cierto, puede conducir a una oposición creciente en el seno de su propio partido.

Los seres humanos son notablemen­te reacios a reconocer errores y este proceso puede durar más de lo que se piensa, hasta que comprendam­os más claramente cómo es que tantos estadounid­enses votaron a favor de Trump. La perspectiv­a en su conjunto muestra a las claras un preocupant­e déficit de madurez política y podría pasar mucho tiempo hasta obtener una visión más nítida de cómo ha podido suceder esto. En cualquier caso, hay congresist­as que, por más que sean fieles al liderazgo de su partido, desean ser reelegidos de nuevo y, al advertir que casi todo lo que aborda Trump se convierte en error y fracaso, pueden abandonarl­o a su suerte si se encuentra la manera de hacerlo con elegancia.

No será fácil, pero actualment­e es algo que parece destinado a ocurrir.

Hay congresist­as que pueden abandonar al presidente a su suerte si se halla la manera de hacerlo con elegancia

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