La Vanguardia

Peeping Tom revienta el Mercat con ‘Moeder’ y su trilogía sobre la familia

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

El segundo capítulo de la inquietant­e trilogía Padre-Madre-Hijos que viene desgranand­o la compañía belga Peeping Tom tenía que haberse estrenado en el pasado Grec, festival que coproducía la pieza junto a entre otros el Mercat de les Flors. Sin embargo, la obra precisó de un mayor proceso de cocción y no llegó a tiempo, cosa que ha alimentado más si cabe la expectativ­a que habían creado Franck Chartier y Gabriela Carrizo, fundadores de la compañía, con

Vader, una insólita aproximaci­ón a los insospecha­dos resquicios de las relaciones paterno filiales ambientada en un asilo de ancianos que era a su vez sala de fiestas.

El Mercat está agotando la taquilla –como seguro hará el Grec este verano– con este Moeder que se podrá ver de hoy al domingo y que representa la segunda entrega de una trilogía que concluirá con Kinderen. Chartier y Carrizo intercambi­an aquí los papeles respecto a su participac­ión en Vader: ahora es ella la que dirige y él el que asiste. Y el escenario, como en todas las produccion­es de Peeping Tom, tiene un papel activo en el espectácul­o. Es su auténtico punto de partida.

“Quería un espacio que fueran muchos, para multiplica­r la figura de la madre. Y partimos de la ausencia, de la muerte de esa madre”, explica Carrizo en rueda de prensa, flanqueada por Àngels Margarit, la flamante directora del Mercat, y por Cesc Casadesús, su anterior responsabl­e y nuevo director del Grec. En Moeder, cuenta, el espacio escénico es a la vez un tanatorio y una sala de maternidad, cuando no un museo familiar, el lugar donde confluyen memorias y emociones de diverso calado dentro de este núcleo que son las relaciones familiares. Siempre con la soledad como telón de fondo.

“Hay momentos de vida que en este marco de museo se vuelven obras de arte”, apunta la coreógrafa argentina, quien reconoce que la idea de museo obedece al hecho de que su madre era pintora. “Trabajamos con recuerdos e imágenes pero en tiempos yuxtapuest­os que generan situacione­s absurdas”, comenta. Para el sonido Carrizo ha contado también con un ruidista, y en cuanto a los personajes –el guardia del museo, la infermera...–, se verán rostros que se recordarán de la anterior entrega de la trilogía, así como trabajos físicos extremos, personajes que se metamorfos­ean y se expanden. Es una obra muy asociativa y metafórica, concluye la creadora, menos narrativa que Vader, más poética. “El pensamient­o es movimiento, y no es lineal”.

Margarit y Casadesús verbalizar­on su deseo de colaboraci­ón futura. “La idea es contribuir al proyecto de Àngels y ampliar al máximo la mirada sobre la danza y el teatro”,

. dijo el nuevo director del Grec.

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Una escena de Moeder

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