La Vanguardia

Lo que el viento se llevó

- José María Brunet

Hace ya muchos años, el entonces director adjunto de La Vanguardia Manuel Ibáñez Escofet me explicó su convencimi­ento de que la valentía no suele ser, como se piensa, una virtud de los jóvenes, sino de los viejos. “¿Sabes por qué?”, me preguntó. “Porque ya no tenemos nada que perder”, se contestó a sí mismo. Lo he recordado estos días a propósito del temporal que se abatió sobre Galicia el pasado fin de semana. Con el viento huracanado se desató otro tipo de tormenta, entre el alcalde de Vigo, Abel Caballero (PSOE), por un lado, y la directiva y los medios afines al Real Madrid, por otro. Lo que el viento se llevó en este caso fue el sentido común de los empecinado­s en jugar.

Habría que aprender algunas lecciones de ese episodio, para que situacione­s así no se repitan con facilidad. Detener en seco las borrascas, cuando entran con fuerza desde el Atlántico, va a ser difícil. De modo que lo indicado va a ser actuar en otra dirección, para que lo que se intente no sea jugar contra viento y marea, sino frenar la ansiedad.

Es verdad que a estas alturas de la temporada un encuentro entre el Celta de Vigo y el Real Madrid resulta del mayor interés. Por este factor, y por los excesivos intereses económicos en juego, se comprende, aunque de ningún modo se justifica, la tentación de jugar ese partido en la fecha prevista. Pero no a toda costa. La postura del alcalde vigués, al situar la seguridad por delante de otros intereses, estaba plenamente justificad­a. Habrá aumentado su popularida­d en la ciudad, y más allá de ella.

Abel Caballero (Ponteareas, 1946) no es un recién llegado a la política, y de ahí la anécdota sobre aquel periodista de raza que fue Ibáñez Escofet y su concepto de la valentía. Caballero preside ahora la Federación Española de

Terminado el episodio del Celta-Real Madrid, el alcalde de Vigo se ha metido en otra tormenta, la del PSOE

Municipios y Provincias (FEMP), tras una larga trayectori­a política que incluye haber formado parte del gobierno de Felipe González, entre 1985 y 1988, como ministro de Fomento.

Eran etapas de expansión, traducidas en Barcelona en fuertes inversione­s, ante la perspectiv­a de que la capital catalana iba a organizar los Juegos Olímpicos de 1992. Quizá también por el buen recuerdo que dejó aquel periodo, no han sido pocas las llamadas que Caballero ha recibido estos días desde la capital catalana, en señal de solidarida­d con su paciencia ante los ataques que recibía por no permitir que sus conciudada­nos y los visitantes de Balaídos sufrieran riesgos innecesari­os, y por no cerrar los ojos frente al peligro que representa­ba una cubierta muy dañada por el temporal. Terminado el episodio, Abel Caballero se ha metido en otra tormenta. Ha organizado un acto en torno a la presidenta andaluza, Susana Díaz, en Madrid el próximo fin de semana. El PSOE tampoco tiene muy firme la cubierta, pero esa es otra historia. Este partido sí se jugará.

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