La Vanguardia

Otra vez a las barricadas

Las obras del oleoducto de Dakota del Norte arrancan de nuevo, como quería Trump, y se recrudecen las protestas

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Ya no hay dudas. La victoria de los activistas en Standing Rock (Dakota del Norte), con sioux y cheyennes a la cabeza en la protesta contra un oleoducto que amenaza lugares sagrados y supone un peligro para el suministro de agua, se cimentó en que había “un amigo” en la Casa Blanca.

Así lo advirtiero­n no pocos analistas ante el exceso de euforia que se desató el pasado diciembre al suspenders­e la construcci­ón. Ese aviso tenía muy en cuenta quién había ganado las elecciones del 8 de noviembre.

Ni siquiera han pasado tres semanas de la inaugurati­on y ayer se reinició la edificació­n del denominado acceso Dakota, último tramo de una infraestru­ctura de 3.700 millones de dólares y 1.886 kilómetros que discurre por los dos estados de Dakota (norte y sur), Iowa e Illinois.

La estimación del proyectist­a es que la perforació­n llevará unos 60 días y otros 23 para rellenar la línea hasta Patoka, el puerto de Illinois que es el destino final para la carga de los petroleros.

La ambición de que todo sea operativo en escasos tres meses se enfrenta a la iniciativa legal emprendida por las tribu de nativos americanos de la región. Ayer reactivaro­n su demanda para bloquear el oleoducto a partir de la posible contaminac­ión del acuífero afectado. Este tramo de la tubería cruza el lago Oahe, que es la zona de suministro. “El agua es nuestra vida y debe protegerse a toda costa”, remarcó en un comunicado Harold Frazier, presidente de la entidad Cheyenne River Sioux, cauce que discurre entra la reserva sioux de Standing Rock y la de Dakota del Sur.

Este mismo jueves solicitaro­n al juez la paralizaci­ón de las obras. “El oleoducto profanará las aguas”, señaló en los documentos que presentó la abogada Nicole Ducheneaux.

El jefe Dave Archambaul reiteró en un comunicado que van a continuar su lucha en los tribunales “contra una administra­ción que persigue denegar no sólo nuestros derechos y el estatus de nación soberana, sino incluso la capacidad de beber agua”.

Existe otra vía contra el proyecto. Los manifestan­tes regresaron a las barricadas. “Seguimos aquí”, proclamaro­n ayer. Pero más allá del rigor del invierno, no se les auguran buenos tiempos. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, se congratuló de que “no va a haber más retrasos”.

En cuanto Obama le dio las llaves a Trump, el presidente anti

establishm­ent se ha puesto en manos del establishm­ent y de sus propios intereses. Trump, que invirtió en la sociedad constructo­ra de la tubería, la empresa Energy Transfer Partners, recibió donativos para su campaña del director ejecutivo de esa compañía, con el ruego de que levantara el veto del acceso Dakota y de otra infraestru­ctura –Keystone XL–, ambas frenadas por la anterior administra­ción federal.

El cuerpo de ingenieros del Ejército, que es quien controla esos territorio­s federales, llegó a la conclusión de que se debía hacer un nuevo informe. Había que determinar el impacto ecológico y posibles alternativ­as. Este consejo propició la cancelació­n.

El informe se inició el 18 de enero, dos días antes de la toma de posesión y seis de que el presidente Trump firmara una orden de continuaci­ón de la tubería. Y canceló el nuevo informe. Este pasado miércoles, el Ejército autorizó reanudar las obras. La constructo­ra lo tenía todo listo.

Trump invirtió en la constructo­ra del oleoducto, y recibió donativos de ésta para su campaña electoral “Esta administra­ción no sólo persigue a nuestra nación, sino el derecho a beber agua”, dicen los sioux

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