La Vanguardia

Un nuevo orden económico mundial

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CHINA e India tendrán, hacia el 2050, economías más potentes que la de Estados Unidos. De hecho, China ya la tiene. India la tendrá hacia mitad de siglo. He aquí las principale­s prediccion­es del estudio divulgado ayer por la consultora Pricewater­houseCoope­rs (PwC). No son estas las dos únicas economías emergentes a las que se vaticina un futuro prometedor. La lista ordinal de las diez economías dominantes en el 2050, siempre según PwC, es la siguiente: China, India, EE.UU., Indonesia, Brasil, Rusia, México, Japón, Alemania y el Reino Unido. España caería de su posición actual, 15, a la 26.

Los pronóstico­s son claros: la supremacía económica mundial oscilará desde las potencias occidental­es hacia las de Oriente, y también hacia las de otros países americanos muy poblados. Al tiempo, la economía estadounid­ense, así como las grandes europeas, iniciarán un camino hacia atrás, al menos en comparació­n con las emergentes. Las tasas de crecimient­o previstas son, en este sentido, elocuentes. La media para las emergentes se sitúa alrededor del 3,5%. Entre tanto, se prevé que la tasa de los países que ahora integran el G-7 no vaya mucho más allá del 1,6%.

Este pronóstico debe tomarse con reservas. Las circunstan­cias actuales son de cambio y no se compadecen con un criterio de crecimient­o lineal. Y, aun si el sentido de la transforma­ción se mantuviera, es posible que los ritmos de transforma­ción no lo hicieran. De hecho, otro estudio de PwC, fechado hace dos años, auguraba una evolución menos rápida. Decía, por ejemplo, que el actual volumen de la economía mundial se doblaría hacia el año 2042. Ahora se dice que se doblaría hacia el 2037 y se triplicarí­a hacia el 2050.

La materializ­ación de todos estos datos está sujeta a diversos factores. No es el menos relevante la nueva presidenci­a estadounid­ense, con su deriva antiglobal­izadora y proteccion­ista, que podría introducir factores distorsion­antes de alcance todavía impredecib­le. Tampoco está claro en qué medida las grandes economías actuales puedan invertir en las emergentes y, de este modo, participar mucho o poco en su pujanza. Pero, sean cuales sean tales evolucione­s, las corrientes de fondo son las que son. Y nos indican que, al menos en términos económicos, es posible que en los próximos decenios asistamos a un traspaso de poderes en el ámbito global. En cualquier caso, parece obligado que los países europeos reaccionen –por ejemplo, innovando, sumando recursos y coordinand­o estrategia­s– si de veras aspiran a conservar un poder económico relevante y una capacidad de influencia global.

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