Esperando la música de Bach en Palmira
GOETHE escribió que contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano. En el Estado Islámico, la estupidez compite a diario con la barbarie y el resultado es la muerte de inocentes y la destrucción del paisaje. Y lo hacen en nombre de un dios que se imaginan capaz de premiarles por tanto dolor causado, por tanta locura desatada. Su último ataque a las ruinas grecorromanas de Palmira ha sido confirmado por un dron ruso, cuyas imágenes permiten descubrir que se ha hecho saltar por los aires el proscenio del anfiteatro y parte del tetrápilo, conjunto de 16 columnas que era la entrada de un antiguo recinto. Según el Ministerio de Defensa, las tomas se realizaron durante una misión rutinaria, en que se ha detectado un incremento de camiones cerca de las ruinas de Palmira, mientras las tropas sirias están a punto de recuperar la ciudad. El temor es que antes de retirarse de sus inmediaciones puedan ensañarse con las reliquias arquitectónicas que aún permanecen en pie.
El EI conquistó Palmira en mayo del 2015, lo que supuso una destrucción sistemática de este conjunto reconocido como patrimonio de la humanidad por la Unesco. Los bárbaros volaron el templo del dios cananeo Baalshamin (II a.C.) y el santuario del dios semita Bel (I a.C.), así como varias tumbas de los primeros años de nuestra era. Además, este conjunto se convirtió en un implacable campo de decapitación de los considerados infieles.
Hace once meses el ejército sirio, con apoyo de la aviación rusa, rescató las ruinas. Tras desactivar las bombas con que sembraron toda la zona, se organizó un concierto titulado Oremos por Palmira. La música resucita los restos arqueológicos. Valery Gergiev dirigió la Chacona de Bach, considerada un himno a la grandeza del espíritu humano. El drama es que en diciembre volvió a caer en manos de los islamistas. Ojalá que esta vez la recuperación sea definitiva y que Bach se convierta en la banda sonora de la libertad.