Seres humanos y otros animales políticos
E l concierto Volem acollir y la asamblea Vistalegre II han actualizado las viejas liturgias tardoantifranquistas. L’Estaca de Llach interpretada por el orfeón podemita y el Mediterráneo de Serrat convertido en himno de protesta confirman que la transversalidad será elástica o no será. En el ritual asambleario de Madrid y en la amalgama filantrópica de Barcelona no faltaron homilías laicas y desfachateces mitineras. Que el Congreso del PP se celebrara en La Caja Mágica, en cambio, invitaba a perpetrar chistes sobre una mayoría castrista (95,5%).
Por coherencia, pues, Mariano Rajoy fue monolítico en el contenido y costumbrista en la forma y aportó perlas como un “Puesto que soy un ser humano” que nos retrotrajo al añorado Joan Baptista Humet (“Solo soy un ser humano / no me aprietes tanto, que me haces daño”.
El PP recupera la figura del coordinador general con Fernando Martínez Maillo, uno de los políticos más risueños de España. Tiene motivos para serlo. Se libró de Aída Nízar, de quien se debió enamorar porque el amor es ciego y con quien no se casó porque cuando pidió su mano, la madre Nízar dijo no.
Ahora madre e hija actúan en Telecinco y a Martínez Maillo cualquier trabajo, incluso interceder entre Cospedal y Soraya, le parece bueno. Conviene explicar que Nízar pertenece al sector radical de la televisión de depredación y que ha aportado a varios formatos un sentido de la iniquidad que si es auténtico da miedo y si es fingido da asco.
Más cosas que dan miedo: Miguel Urbán, jerarca anticapitalista de Podemos, afirmando “Nunca confiéis en una persona con un micro. ¡Son muy peligrosas!” Lo grita a través de un micro y eso debe significar que el peligro son los periodistas, un oficio cada vez más ingrato. La prueba: la entrevista que Ramon Pellicer le hizo a Inés Arrimadas (3/24). Era difícil adivinar cuál de los dos se aburría más pero Arrimadas debería aprovechar las oportunidades en vez de anclarse en un sonsonete espiral que oscurece el lado crítico de sus respuestas. Y hablando de sonsonetes: en Podemos se produce un fenómeno de camaleonismo similar al que sufrieron, cuando eran dúo, Artur Mas y Quico Homs. Sin entrar en el laberinto hormonal de Podemos, que cuenta con politólogos del chismorreo, la mímesis gestual y argumental entre Irene Montero y Pablo Iglesias es tan espectacular que recuerda ese cuento de Thomas Bernhard en el que, de tanto imitar a otros, el imitador olvida su propia voz. Ah, e Iglesias reclamó humildad y unidad. Y parece que lo dijo en serio. Mientras tanto, en TV3, los acusados del juicio por el 9-N se explicaron profusamente y, pese a la situación, Artur Mas subrayó que no le gusta el marco mental de la desobediencia impuesto por la CUP y que prefiere el marco mental de Rosa Parks.
Martínez Maillo es uno de los políticos más risueños de España