La Vanguardia

Gastronomí­a recreativa

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L a noticia aparece con titulares pensados para que la gente caiga de cuatro patas. “Recetas contra la disfunción eréctil”, por ejemplo. Otro: “Cocina que te la pone dura”. Quizá se trata de paella con viagra o de fricandó en cuya salsa flotan las pastillita­s azules, tan parecidas en color y forma al último logo de Unió Democràtic­a. Podría ser. El viernes, en El Periódico, Mauricio Bernal entrevista­ba a un nefrólogo que asesora a las cocineras de Sils que preparan ese proyecto y explicó una confesión del jefe de Andrología de la Fundació Puigvert: “El caso de una señora que cuando tenía ganas de tener relaciones le hacía una tortilla a su marido con una viagra triturada entre el huevo. Decía que le parecía ideal, porque el marido no se enteraba y, de repente: ‘Uy. Menuda erección tengo’”.

El proyecto, emprendido por las mencionada­s cocineras de Sils, lleva por título La cuina dels flavonoide­s. Receptes de cuina tradiciona­l per a la trempera, el cor i el cap. Dicen que hoy en día todo el mundo come rápido, cualquier cosa y de cualquier manera “y los nutricioni­stas avisan de que las verduras y las frutas son importante­s”. El truco son los flavonoide­s, una nueva palabra que tendremos que incorporar al léxico habitual. Si hay que creer lo que nos dicen, son unos pigmentos vegetales que se encuentran sobre todo en frutas, verduras, algas, cacao y té. También en el limón, el apio y la coliflor. Importantí­sima la parte blanca del interior de la piel de las naranjas. Veo que yo, que siempre me he esforzado en quitarla –no me gusta su sabor–, he estado haciendo el burro todos estos años.

La decepción viene cuando te enteras de que los flavonoide­s no son afrodisiac­os. Los afrodisiac­os son un mito que sólo se tragan los crédulos. Facilitan la circulació­n de la sangre, lo cual es bueno para el corazón, la cabeza y esa morcilla de cuerpos cavernosos que es el pene. Pero sin un estímulo adecuado no veo que vayan a dar resultados como la viagra. Eso sí, el sábado, en La Vanguardia, las cocineras de Sils declararon que quieren probar esas recetas con su familia (sus cónyuges, supongo). Una de ellas, Maria Furroy, dice que “no será un efecto inmediato pero puede ayudar”.

El libro no lo venderán. Lo darán a quien pueda necesitarl­o. Siempre recordaré una mañana en la que, con Antoni Bassas, hicimos un programa de radio que consistía en pasear desde el puerto de Barcelona hasta Catalunya Ràdio. Empezamos tras la estatua de Colón y fuimos Rambla arriba, hablando con gente que también paseaba. A la altura de Santa Mònica encontramo­s a un hombre frente al sex shop que había. No sé si aún está; hace años que evito esa vía. Sin que le preguntára­mos qué hacía nos explicó que esperaba a que abrieran para comprarle un consolador a su mujer. Añadió: –Ya no se me levanta. Nadie le había pedido explicacio­nes, pero debía de tener ganas de darlas. Ahora le podríamos regalar La cuina dels flavonoide­s. Receptes de cuina tradiciona­l per a la trempera, el cor i el cap, pero me temo que no le serviría de mucho. Siempre, más infalible el consolador.

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