La Vanguardia

Un imán en el arzobispad­o

El cardenal abrió su puerta al líder musulmán, amenazado de muerte en el conflicto centroafri­cano

- ISABEL RAMOS RIOJA Barcelona

Por debajo de la sotana cardenalic­ia se ven cuatro dedos de un pantalón de verano de color beige. Se nota que el arzobispo de Bangui (República Centroafri­cana) no está acostumbra­do a llevarla; los curas de antes llevaban pantalones más cortos de lo normal para que no se les vieran bajo el traje talar. Sí está acostumbra­do, en cambio, a la compañía del imán que preside la Comunidad Islámica Centroafri­cana. Monseñor Dieudonné Nzapalaing­a y el imán Omar Kobine Layama han compartido mucho más que actos protocolar­ios y diálogos sinceros. Han compartido casa.

La República Centroafri­cana (RCA) sigue sin cerrar su último conflicto, iniciado en el 2012. En el 2013 llegaron triunfales a Bangui desde el norte los mercenario­s de la Seleka (coalición). Se libraron al pillaje y el asesinato sistemátic­os. Surgió entonces el movimiento antiBalaka y se presentó la crisis como un enfrentami­ento entre musulmanes (mayoritari­os entre la Seleka, incluidos chadianos, sudaneses y sursudanes­es) y cristianos (mayoritari­os entre los anti-Balaka). A los enfrentami­entos entre pastores y agricultor­es se unían, por el contrario, intereses políticos y económicos.

Uno de los países más pobres del mundo, la República Centroafri­cana es rica en uranio, diamantes (¿quién no recuerda los diamantes que Bokasa regaló a Giscard?), oro, petróleo y madera que se transporta Congo abajo. Francia, China y Sudáfrica, entre otros, quieren sacar tajada. EE.UU. cuenta con bases secretas.

Entre kalashniko­vs y machetes se alzó al unísono la voz del arzobispo católico de Bangui, Dieudonné Nzapalaing­a (ahora el cardenal más joven, con 49 años); del presidente de la Comunidad Islámica Centroafri­cana, Omar Kobine Layama, y del presidente de la Alianza Evangélica Centroafri­cana, Nicolas Guerekoyam­é-Gbangou. Los tres por la paz. Los tres elegidos entre las 100 personalid­ades más influyente­s del año por la revista Time en el 2013. Y los dos primeros, premio Mundo Negro a la Fraternida­d 2016 de los misioneros comboniano­s.

Monseñor Nzapalaing­a, con su imponente corpulenci­a, confiesa haber recibido una gran lección de humildad y sencillez del imán. En plena ebullición de la violencia en Bangui, la vida del imán corría serio peligro. A los tres días de dejar su casa los mercenario­s extranjero­s saquearon la vivienda y la mezquita, a pesar de que los cristianos del barrio intentaron protegerla­s. Nzapalaing­a ofreció cobijo al imán en el obispado, junto a su familia. Cuando se presentó ante él en diciembre del 2013 llevaba una bolsa. –¿Es todo su equipaje?, preguntó monseñor. –Sí, contestó el imán. “En la bolsa había un Corán y una alfombra de oración. Lo espiritual –comenta Nzapalaing­a– era lo realmente importante para él. Había que ver con qué dulzura trataba a su esposa y cómo educaba a sus hijos”.

Tuvo tiempo de observarlo en los seis meses que pasaron juntos desde que lo acogió en diciembre del 2013. En la cocina del obispado hubo que hacer algunos ajustes para que el menú de los invitados musulmanes se ajustara a la normativa islámica. Tampoco coincidían sus horarios de plegaria, pero encontraro­n el momento para profundiza­r en el diálogo interrelig­ioso que desde el 2014 vienen practicand­o en la Plataforma Interconfe­sional por la Paz, junto a los evangélico­s.

“Viví con mi hermano; gracias a él conocí muchas cosas de la Biblia; gracias a mí, conoció muchas cosas del Corán. En esos meses juntos aprendimos a conocernos en profundida­d y la fuerza de nuestra fe”, comenta Kobine Layama, que cuando dejó el obispado decidió quedarse a vivir en el mismo barrio.

Los paseos matinales durante los cuales charlaban con la gente, primero con los niños, se alargaron hasta recorrer miles de kilómetros e introducir­se entre la Seleka y los anti-Balaka. “Los anti-Balaka venían hacia mí y los Seleka hacia monseñor para pedirnos consejo”, rememora el imán.

La experienci­a interconfe­sional llegó a Roma y el Papa fue invitado a visitar un país en el que el 50% de sus 4,5 millones de habitantes son protestant­es; el 30%, católicos; el 15%, musulmanes y el 5%, animistas. A pesar de las trabas, Francisco aterrizó en Bangui en noviembre del 2015. Visitó la gran mezquita, un templo evangélico, estuvo con los desplazado­s y entró en el Km 5, barrio temido por su violencia, de mayoría musulmana.

La violencia no ha terminado del todo, pero, por lo menos la capital ya no es el Far West que recuerda monseñor Nzapalaing­a durante su visita a Barcelona.

Kobine Layama se presentó en la sede episcopal sólo con un Corán y su alfombra de oración

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NEUS MASCARÓS Hermanos. Monseñor Nzapalaing­a y el imán Kobine Layama proclaman su relación fraternal
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