La Vanguardia

Nuevas novenas

- Imma Monsó

Las novenas, ejercicios de devoción para pedir una gracia, eran sacrificio­s mayormente protagoniz­ados por mujeres de fe católica. Digo “eran” porque están en decadencia, pero los de una cierta edad hemos tenido abuelas dispuestas a ir descalzas a diario a una ermita o a abstenerse del carajillo del desayuno durante nueve días. Siempre me costó comprender el verdadero alcance de estos retos, así que cuando empezaron a extinguirs­e me pareció de lo más natural. Pero desde hace un tiempo, una nueva modalidad de sacrificio las suplanta: la novena posmoderna ha de ser viral, y para conseguirl­o ha de ser más solidaria. Nuestras abuelas pedían para ellas y sus seres queridos. Los héroes actuales, en cambio, revisten su hazaña de bien común, blandiendo la palabra clave,

conciencia­r: se trata de conciencia­r a la sociedad sobre los temas más peregrinos.

Si serán peregrinos que hace poco más de un año, por ejemplo, una joven mexicana pedaleó desde Toronto a Tijuana “para conciencia­r a la sociedad del sufrimient­o que conlleva la endometrio­sis”. No negaré que es un trastorno molesto y doloroso, pero no incapacita­nte ni grave. Vamos, que puestos a pedalear de Toronto a Tijuana, que no es ninguna tontería, yo habría aprovechad­o para conciencia­r al menos de otras cien enfermedad­es más jodidas. Poco después un monitor deportivo, movido por la fraternida­d, decidió “emprender un reto que lo llevara desde Almería hasta Portugal para conciencia­r sobre la diabetes y hacerla visible”. Por la misma época dos ciclistas italianos pedalearon de Turín a Cáceres para conciencia­r sobre el maltrato animal. Pero nada comparado con la aventura que está llevando a cabo Baptiste Dubanchet: partió el mes pasado de París dispuesto a llegar a Nueva York pedaleando en un patín transoceán­ico. Hace unos días andaba por Madrid, explicando que come sólo alimentos caducados, pues su objetivo es conciencia­r al mundo sobre el derroche alimentari­o y acabar con las fechas de “consumo preferente”.

Nada tengo contra estos héroes; al igual que me ocurría con las abuelas de las novenas, me inspiran una perplejida­d neutra y contenida. Lo que en cambio me resulta alarmante es lo que revelan acerca de todos nosotros, los que no pedaleamos: ¿de veras nuestra conciencia sobre los males del mundo va a despertar por el hecho de ver a un conciudada­no deslomándo­se? Porque eso sí sería trágico: que tras años de buena y justa informació­n sobre el desperdici­o de alimentos, el maltrato animal o las más variadas enfermedad­es..., que tras montones de explicacio­nes razonadas, conferenci­as, libros, entrevista­s y charlas de expertos... no hayamos conseguido nada. Eso sí que sería como para pegarse un tiro: que lo que no hemos sabido arreglar hablando, explicando y razonando tengamos que arreglarlo pedaleando.

Baptiste Dubanchet irá en un patín transoceán­ico de París a Nueva York y comerá sólo alimentos caducados

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