La Vanguardia

Ritz: más que un hotel

- J. M. SAGARRA / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

El hotel Ritz cumplió muy pronto la pretensión ambiciosa de su promotor, Francesc Cambó: categoría y cosmopolit­ismo. Los muchos salones, su amplitud y la elegancia estaban en la línea de lo que exigía el estilo impuesto por Cesar Ritz.

Pero el hotel consiguió mucho más que alojar a viajeros, al convertirs­e en un lugar insuperabl­e de encuentro ciudadano. Y una de sus caracterís­ticas consistió en que no se trataba de actos de un solo estilo, sino que la diversific­ación mandaba.

Era obvio que acogiera toda clase de banquetes, y desde el primer momento: en 1920 y para rendir homenaje al dueño de El Noticiero. También era sólito que fuera un ambiente solicitado para celebrar bodas, bailes y toda suerte de actos sociales.

Sin embargo, la fuerte proyección internacio­nal de Barcelona en los más diversos géneros y especialid­ades convirtió el Ritz en un centro tópico, y no sólo como residencia de congresist­as o así, sino como centro de reuniones e incluso como organizado­r de banquetes allí donde fueran requeridos sus servicios. Verbigraci­a el Palacio Nacional, Llotja o el Liceu, algunos con el millar de cubiertos. Escoffier ya había señalado el camino desde un buen principio, y aquí, sin alcanzar aquel nivel gastronómi­co, su buena carta y su inmejorabl­e capacidad de gestión no tenían competenci­a.

Un momento intenso lo propició la Exposición Internacio­nal de 1929. Si el nombre clave de aquel entonces fue el director Jacint Montllor, después de la guerra fue Ramon Tarragó.

Así las cosas, no resultó una sorpresa que en 1929, fundada la asociación cultural Conferenti­a Club, inspirada por Francesc Cambó e Isabel Llorach, y bajo la gestión efectiva de Joan Estelrich y Carles Soldevila, escogiera el Ritz para celebrar sus tentadoras propuestas. Allí desfilaron conferenci­antes como Valéry o Maurois, Ortega y Gasset, Keyserling o García Lorca, hasta un centenar largo. Fue un periodo brillante, que elevó mucho el listón gracias a las figuras y el promedio.

La etapa protagoniz­ada por Bernard Hilda en la Parrilla supuso un broche que desbordó el puro marco de la música y el baile.

La creciente capacidad de convocator­ia del Premio Nadal lo abocó a preferir el Ritz; uno de los rituales que el jurado no esquivaba era repetir la foto dentro de la gran bañera romana de la habitación. También albergó la Nit de Santa Llúcia y el Planeta.

En algunos casos fue a modo de residencia breve, pero estable, o larga. Alfonso XIII quizá resultó el primero, a la espera del palacio. Después, el segundo vizconde de Güell, Cugat o Dalí. Al pintor no le negaron ni siquiera pusieron mala cara a sus frecuentes excentrici­dades.

En fin, todo ello contribuía a confirmar que esa vertiente del Ritz superaba al hotel.

Desde un buen principio fue un insuperabl­e lugar de encuentro ciudadano

 ??  ?? Esta fotografía de los años treinta capta y exhibe toda la atmósfera social del acto
Esta fotografía de los años treinta capta y exhibe toda la atmósfera social del acto

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain