Si quieres, puedes
Hace unos días se anunciaba con el título El impacto positivo de las empresas familiares: responsabilidad, resiliencia
y regeneración la presentación en España del próximo congreso de la empresa familiar internacional del Family Business Network (FBN), la red mundial más importante de empresas familiares.
La noticia coincide con el fallecimiento en Barcelona de Antonio Matachana Fernández (a los 88 años), fundador y presidente del Grupo Matachana, una empresa familiar creada en 1962 que, desde Navarra y Barcelona, es un referente mundial en el sector de la esterilización y control de infecciones. Hoy está presente en 110 países de los cinco continentes. En 1982, cuando nuestro país organizaba su Mundial de Fútbol, este apasionado y entrañable emprendedor iniciaba sus primeras exportaciones a Europa y Latinoamérica.
Diez años más tarde el sueño de la internacionalización se convertía en realidad con el desembarco en Francia y Argentina. En el 2000 se concreta la adquisición de la empresa Webeco en Hamburgo (Alemania). En el 2007 abren sus puertas en Malasia. En el 2010 se inaugura un nuevo centro de producción en Castelldefels y en 2012 se cumple el 50.º aniversario. Hace sólo dos años, Matachana Group consolidaba su expansión internacional con nuevas filiales en Estados Unidos y Asia.
El éxito de este y otros proyectos familiares tienen mucho que ver no sólo con la visión del fundador, sino con su capacidad para entusiasmar, motivar y valorar a sus empleados. Una de sus frases
La empresa familiar que creó en 1962 es un referente mundial en la esterilización y el control de infecciones
preferidas era “si quieres, puedes”, y vistos los resultados Antonio “quiso y pudo”, no sin dificultades obviamente. Sería interminable la lista de proyectos empresariales familiares que han muerto por problemas como la fiscalidad, la sucesión o el tamaño.
Su gran amor fue su mujer, Milagros, que le acompañó hasta el último día y fue su gran baluarte junto a sus 16 nietos. Su gran pasión era su familia y, como consecuencia, su empresa familiar. De hecho, algunos decían que tenía siete hijos: “Arancha, Amaya, Juan Antonio, Marta, Manuel, Patti… y el Grupo Matachana”. Sus valores humanos trascendían su ámbito familiar, convirtiendo su lugar de trabajo en un lugar donde desplegaba a raudales su sensibilidad y severidad, su empatía y firmeza, y su sabiduría natural de empresario hecho a sí mismo. De los de antes. Nada le frenaba, con o sin crisis.
Empezó a trabajar a los 14 años por obligación pero también por compromiso y devoción (en este caso, para sacar adelante a su madre viuda y a su hermano pequeño). Su formación en la “universidad de la vida” –como solía decir– sentó las bases sobre las que desde esa humildad del que parte de la nada, forjó una personalidad arrolladora, abierta al mundo y dotada de una permanente curiosidad a la par de una voluntad férrea por aprender y progresar.
Destacó su lealtad a la familia, a sus empleados o, mejor dicho, sus colaboradores, como le gustaba llamarlos. Y, por último, su capacidad innovadora. Pionero en el área de las instalaciones de hostelería y sobre todo en el campo de la esterilización, donde ha llevado su nombre a competir con las mayores firmas mundiales.
Siempre basó su liderazgo en el ejemplo, la coherencia y la autoexigencia. Llevó a sus últimas consecuencias la frase “vive como piensas o terminarás pensando como vives”.
No dejó de soñar hasta el final y siempre centró la base del éxito en contar en cada etapa con un equipo de expertos meticuloso, ilusionado, ambicioso, creativo y, por encima de todo, comprometido.
Su fuerza estuvo desde el principio en demostrar que la verdadera felicidad no está en vivir en la cima de la montaña, sino en la forma de subirla. Y él ha conquistado la última cima, la que más le importaba: ver a su familia unida y su legado sólido y más vivo que nunca en manos de sus hijos. / Redacción