La Berlinale desciende al infernal ‘El bar’
Álex de la Iglesia estrena fuera de concurso una comedia de terror con reparto coral
No es necesario poseer una honda cultura religiosa para percatarse de que Israel, el personaje interpretado por Jaime Ordóñez en la película de Álex de la Iglesia
El bar, se pasa medio metraje recitando versículos del Apocalipis, el último libro de la Biblia. El público de la Berlinale quedó ayer bastante sobrecogido ante el filme que el realizador bilbaíno estrenó en la sección oficial –pero fuera de concurso–, una comedia negra que se va convirtiendo en comedia de terror, y que culmina en una pesadilla salvaje. Pero atención: también te ríes.
“La vida es un encierro, eso es un hecho; todo es terrorífico, angustioso, pero gracias al humor tenemos una opción de escape”, sentenció el director en la rueda de prensa de presentación, acompañado por cuatro actores del reparto: Blanca Suárez, Mario Casas, Jaime Ordóñez y Secun de la Rosa. La actriz aseguró que De la Iglesia había logrado sacar “los peores instintos” de todos los actores; y Ordóñez –que interpreta a un mendigo maloliente, rebosante de mala baba– aseguró que lo difícil no fue estudiar un papel trufado de citas bíblicas, sino “resistir físicamente a tantos golpes y peleas”. El director explicó que algunas veces tuvieron que maquillarle de normal para ocultar las magulladuras.
“En esta película no se refleja una situación política sino emocional, la que siente cualquiera ante una situación que no tiene salida –razonó De la Iglesia–. Quizá en otro momento había una salida religiosa. O la de buscar una decisión racional. Yo creo que la única salida es el sentido del humor”. El humor del espectadores, en todo caso, porque los protagonistas de la cinta no sueltan ni una carcajada. Motivo: los clientes del bar –un local roñoso, con mobiliario rancio y máquina tragaperras– no pueden salir, pues corren peligro mortal. Fuera hay un francotirador disparando, la plaza ha quedado desierta, la policía no aparece, y los móviles no tienen cobertura.
Aparte de la propietaria y el camarero, las otras personas coinciden allí por azar: la guapa y pija Elena (Blanca Suárez), el hipster Nacho (Mario Casas), el camarero Satur (Secun de la Rosa), una ama de casa amargada (Carmen Machi, que ayer no estuvo en la presentación), y el mendigo profeta Israel (Jaime Ordóñez), entre otros personajes. Pronto sospechan que el mayor horror no son los disparos sino otra cosa –no desvelaremos cuál–, y ahí empieza la división en el grupo.
“Al principio están en una situación todavía cercana a la lógica; entonces van cayendo en una especie de purgatorio, y luego, casi como en un cuento medieval, tienen que untarse de aceite y descender a los infiernos”, enumeró Álex de la Iglesia con una amplia sonrisa. Por eso sostiene que es una comedia de terror “del subgénero descenso a los infiernos”. Sin ánimo de revelar más de la cuenta, basta decir que no todos los personajes sobreviven.
La película, que se estrenará en España el próximo 24 de marzo, transcurre en escenarios de una plaza real de Madrid, mezclando esquinas. Es la plaza de los Mostenses, pero ahí no hay un bar, así que se tomó como modelo El Palentino, un local del Madrid más castizo, en la céntrica calle Pez, donde De la Iglesia desayunaba cada día mientras trabajaba en el guion. El cineasta quiso ayer tranquilizar a la audiencia internacional. “Se puede ver y entender
esta película aunque transcurra en Madrid –aseguró–. No es un fresco sobre el comportamiento del madrileño, o del español, o del europeo; lo que pasa es extrapolable a cualquier persona que haya tenido mucho miedo”.
El autor de El día de la Bestia,
La comunidad y Las brujas de Zugarramurdi está en esta Berlinale por partida doble: como director y productor de El bar –su decimocuarto largometraje–, y como productor de Pieles, ópera prima de Eduardo Casanova, en la sección Panorama. Había expectación sincera de la prensa internacional por la película de Álex de la Iglesia, pero en el pase al que asistió esta cronista –había dos a la misma hora– se oyó apenas una salva de aplausos al final, aunque bastantes risas durante la trama.
“No es un fresco sobre el comportamiento del madrileño, del español o del europeo”, dice el director sobre su filme