La Vanguardia

De Eduardo Inda a Luis Enrique

- Sergi Pàmies

En las tertulias, Eduardo Inda interpreta el papel de abominable y aunque lo haga en una emisora minoritari­a se beneficia de la amplificac­ión viral de unos medios que, con la coartada de escandaliz­arse, multiplica­n la difusión de su mensaje. Inda afirma que su diatriba sobre la violencia contra los jueces catalanes se ha sacado de contexto. Pero, en realidad, el contexto ya prevé que todo se saque de contexto. Es más: una de las estratagem­as habituales de Inda es precisamen­te manipular unas declaracio­nes, un argumento o un dato y presentarl­o todo como prueba de cargo con un estilo fiscalizad­or que satura los niveles habituales de temeridad o chulería chusquera. El contexto es la extracción de contexto y el sensaciona­lismo interesado –de izquierdas y de derechas– incluso de los que saben que, reproducie­ndo la barbaridad más indecente, arañan audiencia y participan de la riada de instantane­idad visceral. ¡Cuántos de los que critican la corrosiva y tendencios­a maldad dialéctica de Inda querrían tenerlo en sus programas! Ahora que está de moda repetir que la diferencia entre mentira y verdad ha dejado de importar es un buen momento para especular sobre las razones que nos han llevado hasta aquí. La pereza, la incompeten­cia, la convicción de que es más caro trabajar para explicar la verdad que para alimentar la industria de la mentira. Y para que esta tendencia se imponga es necesario que los emisores de mensajes no se ganen la autoridad a través de la credibilid­ad (que requiere de un esfuerzo de atención y comprobaci­ón), sino del espectácul­o y la intimidaci­ón. Y es aquí donde tertuliano­s como Inda funcionan porque aplican al análisis político y deportivo métodos que parecían reservados al entretenim­iento de depredació­n y a las conversaci­ones de whiskería. De los tertuliano­s actuales, Inda es de los pocos que podrían entrar mañana mismo a Gran Hermano VIP, Supervivie­ntes, Desnúdame

o Mujeres y hombres y viceversa y que se adaptaría enseguida a la idiocracia elevada a dramaturgi­a de consumo rápido de Guadalix o de Honduras. El estilo de Inda representa una parte de la realidad, pero su gestión del discurso conecta con la falta de escrúpulos de los movimiento­s que dominan la economía y la política.

HIPOCRESÍA. Luis Enrique, en cambio, ha sido víctima de un género televisivo doblemente cruel: la entrevista pospartido en caliente. Si se hubiera limitado al discurso robotizado habitual, le reprocharí­amos su escasa locuacidad. Pero, herido como tantos culés tras una derrota que puso al descubiert­o las carencias del entrenador, los jugadores y el club, reaccionó con franqueza y vehemencia. Televisiva­mente, el valor de la sinceridad es incalculab­le. Pero como pasa con Inda cuando se mantiene en primera línea pese a todas las evidencias, a Luis Enrique lo criticamos por haber sido francament­e desagradab­le en vez de agradecerl­e el valor de cotización de este derrape desagradab­le pero espontáneo.

FELICIDADE­S. El programa Saber y ganar (La 2) cumple veinte años en unos tiempos en los que, en la tele, una de las maneras más fáciles de ganar es ser un ignorante, un maleducado o un mentiroso.

El contexto es la extracción de contexto y el sensaciona­lismo interesado

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