El indonesio y su repetición
En el mundo hay un señor indonesio que, cada vez que pierde el Barça, apunta en su blog: “El Barça ha perdido. A la mierda Vila-Matas”. Esta semana no ha sido una excepción. Lo cuenta el propio autor en la biblioteca Agustí Centelles, llena hasta los topes, mientras presenta Mac y su contratiempo. El tema central de la novela, publicada por Seix Barral, es la repetición. “La repetición y la diferencia, que queda muy francés”, especifica ante Anna Maria Iglesia, que lo entrevista en el escenario tras leer un fragmento del libro sobre los nervios de hablar en público. Existe la teoría de que uno se pasa la vida escribiendo la misma historia, intentando mejorarla. “Cito a Kierkegaard, por una vez bien citado”, dice Vila-Matas: “Repetición y recuerdo constituyen el mismo movimiento, pero en sentido contrario”. Insistir no implica un progreso. “Mi segundo libro era mejor que el primero, pero el tercero y cuarto eran peores que el segundo, y el quinto fue mejor que el tercero y el cuarto, aunque seguía siendo peor que el segundo”, cuenta. El público se parte de risa.
Varias veces. Y no precisamente “de una manera infinitamente seria”, una frase que Vila-Matas repite en todos sus libros. Lezama Lima dijo que Mallarmé se reía así, y desde entonces, él se lo aplica a algunos de sus personajes. Como no hay tiempo para abarcar todo lo que sucede en un instante (lo sabían bien Nabokov y Perec), resumamos lo que siempre se repite cuando se habla de Vila-Matas. ¿Por qué insisten en decir que haces autoficción?, pregunta Iglesia. Porque no saben lo que es la autoficción, responde él. También le acompaña el adjetivo “metaliterario”, como si fuera despectivo. Y le han llegado a reprochar que escriba para publicar. Confiesa que además lleva un diario secreto.
“Me recomiendan películas rarísimas. Me dicen: este director hace lo mismo que tú, y pienso: malo, porque entonces no entenderé nada”, comenta. Lo consideran el más portugués de los catalanes, o el más francés de los españoles, y en el turno de preguntas, un argentino del público dice que, de hecho, parece argentino. Una chica añade que es de los pocos escritores felices. Vila-Matas admite que lo importante es pasárselo bien.
En su viaje a Madrid para promocionar el libro, dos hombres lo reconocieron en la Gran Vía y corrieron hacia él. Dice que no le habría gustado encontrárselos en un callejón oscuro, le daban más miedo que BenzeLa ma. Uno de ellos le contó que era expresidiario, había leído sus libros en la biblioteca de la cárcel y le habían cambiado la vida. Y debe de ser verdad, pues si está libre, es que ya no reincide, que es un tipo de repetición.
Locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes, dicen que dijo Einstein. Pero no es verdad. El resultado siempre varía porque el entorno y las circunstancias son otros. La librería Bestiari, en el Born, organiza un speed dating literario. Xevi Díaz se ha disfrazado de Sant Jordi, Jordi Sánchez de princesa y Anna Burillo de dragón. Los participantes tienen cinco minutos para hablar con autores como Ester Andorrà, Teresa Muñoz o Sebastià Portell. Luego cambian de mesa e interlocutor. El sistema es repetitivo, pero lo que ocurre es distinto cada vez. Una chica llamada Isis se sienta frente a Carles Porta. Tras éxitos como Tor y Fago (La Campana), y Le llamaban padre (premio Godó de periodismo), él le cuenta que ha escrito su primera novela, El dia que vaig marxar. Trata sobre las decisiones irreversibles en una época —la adolescencia— en la que es fácil equivocarse. Al leerla, su hijo de diecisiete años creyó que se había inspirado en su vida. Y Porta se alegró de que se sintiera identificado.
originalidad no existe, recordaba Vila-Matas, porque todo es la repetición de algo. La identificación hace que uno ame al artista en el que se ve reflejado. Hasta ahora, había dos tipos de jóvenes inquietos: los que querían ser como Enrique Vila-Matas y los que querían ser como Roberto Bolaño. Por la cantidad de fans que abarrotan la librería Malpaso, habrá que incorporar a los que quieren ser como Flavita Banana. El ilustrador Javirroyo la define como inteligente, cínica, irreverente, compleja, ilusionada, desilusionada, punky, perezosa, contradictoria y sobre todo libre. Y ella se reconoce en casi todo. “Es superdifícil hablar de uno mismo delante de tanta gente”, dice en la presentación de Las cosas del querer (Lumen). Entre los asistentes (muchas con piercings en la nariz), una chica también ha comprado la Autobiografía, de Angela Davies, publicada por Capitan Swing.
Flavita Banana dio a conocer sus viñetas en Facebook e Instagram. Admite que, cuando escribe para sí misma, tiene un humor más extremo. Cuando lo hace pensando en los demás, intenta sacar a “las parejas de su rutina rancia y hacerlas felices”. Así, en agradecimiento, estas adquirirán su primer libro. Su retrato de las relaciones es exacto: “Déjame sola, pero quédate”, le dice una mujer a un hombre en la cama. Sin embargo, ella huye de géneros, no entiende que sólo pueda haber dos; una puede sentirse más mujer en determinados momentos y comportarse como un hombre en otros. Está harta de que las mayorías siempre tengan razón sólo por ser mayoría, y de que se repitan según qué patrones. Pero las repeticiones no tienen por qué ser malas; también indican que algo te gusta, como una determinada canción. Finalmente está la expectación. Hay quien ya espera otra derrota del Barça sólo para ver qué hace el señor indonesio.
A Vila-Matas lo consideran el más portugués de los catalanes o el más francés de los españoles
‘Mac y su contratiempo’. Vila-Matas y Anna Maria Iglesia durante el diálogo que mantuvieron en la biblioteca Agustí Centelles sobre el libro del escritor
Las cosas del querer. La librería Malpaso, abarrotada de fans que asistieron a la presentación del libro de la ilustradora Flavita Banana
‘Speed dating’. Xevi Díaz (Sant Jordi), Anna Burillo (dragón) y Jordi Sánchez (princesa) en la librería Bestiari del Born, donde el público pudo hablar con escritores