LA IMPORTANCIA DE SER GRUÑÓN
A los abogados norteamericanos se les enseña que, si se quedan dormidos en un juicio (los procedimientos pueden ser soporíferos), lo primero que hagan al despertarse es mirar al juez y decir: “¡Protesto, su Señoría!”. Por qué se protesta es lo de menos. En la misma línea de las teorías de Brinkmann, ha florecido en Hampstead (un barrio bien del norte de Londres) una filosofía que en inglés se llama happiness through grumpiness ,yque podría traducirse algo así como “la felicidad a través del mal humor”. Un mal humor ocasional, estallidos de ira periódicos por pequeñas cosas (que pierda tu equipo de fútbol, llegar al cine con la película empezada, que se rompa un objeto apreciado...), para luego salir del agujero, recuperar la estabilidad y poner las cosas en la perspectiva adecuada. La de que, como dice el profesor danés y la filosofía popular irlandesa, los mayores contratiempos son irrelevantes en el gran orden universal de las cosas, y dentro de cien años todos estaremos muertos. El lenguaje corporativo de llamar desafíos u oportunidades a los problemas está pasando de moda. También los cursillos de liderazgo y autoayuda. Llevar una máscara no está mal, estimula el autocontrol y ayuda a ver con disimulo la perspectiva de los otros. Recrearse en el pasado es bueno. El fracaso no es una vergüenza. Si esta columna resulta muy deprimente para algunos, no era mi intención. Pero está escrita después del 4-0 del Barça en París. Y es una reivindicación de la mentalidad del barcelonista clásico. Aunque la victoria parezca en el bote, siempre se puede perder de penalti injusto en el último minuto.