La Vanguardia

“Bajo amenaza, todos somos capaces de asesinar; sólo cambia la manera”

- NÚRIA ESCUR

Le faltan unas perlas para parecerse a Agatha Christie. Lo demás ya lo tiene: el origen británico, exceso en la presencia, la ironía, la sonrisa sólo a medias, incluso el pelo indomable. El talento. Irrumpe en la sala del Hotel 1898, uno de los hoteles más oscuros –literalmen­te– de Barcelona, tras media hora marinada en la piscina.

Su padre fue el académico y profesor Norman Geras, uno de los grandes expertos en Marx, su madre es la escritora Adèle Geras y ella creció, dice, creyendo que los libros eran objetos sagrados. Sophie Hannah (Manchester, 1971) es la oficial sucesora de Agatha Christie. La escogida por los herederos de la gran escritora para continuar la serie de Hércules Poirot, algo que ha saldado con éxito con Los crímenes

del monograma, primera secuela

autorizada.

Traducida a más de treinta idiomas, la autora recaló en Barcelona para participar en la BCNegra, el encuentro que hace posible la comunión entre autores del género criminal de todo el mundo. Allí presentó Mentiras que matan (Roca Editorial). su última novela. Porque en la vida –y en la literatura– nadie es quien parece.

Su libro arranca con un secreto no desvelado. ¿Queda alguien interesant­e sin secretos? Todo el mundo, absolutame­nte todo, tiene secretos. Como mínimo uno, aunque no lo admita. Y a más secretos, más compleja e interesant­e resulta la persona. Otra cosa es hacerlo público. Cuando yo tuve a mis hijos mis amigos siempre magnificab­an la experienci­a de la maternidad. Les parecía algo maravillos­o...

¿A usted no?

Nooo... ¡Yo les replicaba! A mi no me producía ningún placer pasar toda la noche despierta, cuidándolo­s, lo odiaba. Y lo dije.

En su última novela Twitter es letal.

El mundo on line ha creado un espacio para atacar. Cada día que me lo miro descubro diez o doce comentario­s ofensivos que me irritan. Ese grupo que no conoces de nada, esos extraños, atacan sin conocer. Juzgan con impunidad. Es como el circo de gladiadore­s de nuestro siglo, una lucha donde todo vale.

¿Cualquier ser humano, bajo determinad­as circunstan­cias, es capaz de cometer un delito o un crimen? Sí, lo creo. Bajo amenaza todos somos capaces de asesinar, estoy convencida. Lo que cambia es la manera: directa o indirectam­ente. Yo puedo dejar un veneno en su taza y usted tomárselo...

¿Qué parte de culpa tiene su madre, Adèle Geras, de que usted sea escritora como ella? ¡Mucha, mucha! Mi madre empezó a escribir cuando yo tenía siete años. Así que yo crecí, literalmen­te, entre unos objetos llamados libros. De mayor no dudé en volver a esos objetos omnipresen­tes. Publicó su primer libro de poemas con apenas 24 años. ¿Cómo se siente más Sophie, buscando la rima o fabulando un crimen? En cada momento me creo lo que hago, soy algo camaleón. Así que entonces me sentí poeta y ahora más novelista que nunca... ahora mucho mejor, la verdad.

Es la continuado­ra de las historias de Hércules Poirot. ¡Qué presión! He tenido suerte. La mayoría de sus fieles seguidores, el 90%, me han acogido con los brazos abiertos. ¿Sabe? Me emociona cuando me dicen que con una de

mis historias es imposible discernir si la escribí yo o Agatha Christie. Me obsesioné con la fidelidad a la estructura y la narrativa, así que poquísimos se han sentido traicionad­os.

¿Usted hubiera matado al detective Poirot como hizo su creadora? ¡Oh, no! Creo que yo no hubiera sido capaz. Yo no mataría nunca a mis personajes porque luego los quiero resucitar.

¿Por eso ha situado sus historias en 1929?

Claro. De 1928 a 1932 Agatha Christie dejó de escribir historias de Poirot. Siento como si ella me hubiera dado permiso para recuperarl­o, darle vida.

¿Es cierto que usted pertenece a un club que sólo cuenta con dos miembros? Sí, desde hace años hay una persona que lee mis originales, la primera: Emily Winslow. Ella y yo fundamos un club exclusivo de escritores. ¡Las dos somos durísimas! De eso se trata: de destripart­e, decirte la verdad que nadie te dirá.

Tiene un secretario.

Es la otra persona a quien confío mis recién nacidos literarios: Jamie Bernthal, un gran crítico de novela negra, mi mano derecha, mi secretario.

Para preparar sus libros visitó algunas cárceles inglesas. Habló con asesinos. ¿Cómo recuerda esos encuentros? ¿Sabe qué? La única diferencia entre alguno de esos criminales y yo es que ellos tuvieron una infancia terrible. Todos somos hijos de nuestras circunstan­cias. La mayoría de la gente que conozco que finalmente acabó en prisión, salvo excepcione­s, tenía uno de estos rasgos en común: maltrato, matrimonio­s rotos de manera traumática, hijos abandonado­s o una infancia infernal.

En la vida real las mujeres matan distinto...

Nosotras tenemos tendencia a usar fórmulas con menos sangre. El veneno, por ejemplo, es un clásico femenino. En el mundo real los hombres asesinan más y con más violencia. En literatura, a Agatha Christie le gustaba mostrar asesinas “indirectas”: un golpecito en la espalda de alguien que está en lo alto de un edificio y... ¡ya está!

Entonces ¿nos engancha más la intriga que la violencia explícita? Yo creo que sí, porque da más miedo lo que crees que va a pasar... A mi me resulta mucho más interesant­e, por supuesto. ¡Disfruto con el misterio! No me gusta recrearme en la descripció­n de un tiroteo y el reguero de sangre. En Mentiras que matan, por ejemplo, aparece repetidame­nte un cuchillo... ¡que no se ha usado nunca para apuñalar!

¿Qué opinión le merecen las versiones televisiva­s? ¿Conoce algún caso en que hayan mejorado el libro? Me encantan las serie de crímenes estilo Breaking bad. Consumo muchísimas. Lo que no me gusta es que una película no sea fiel al libro. Adaptaron libros míos a la televisión y acabé muy decepciona­da, la verdad. Perdían la esencia, sentía que eso no era mío. En una ocasión lo cambiaron todo, ¡todo! Así que, ahora mismo ya he tumbado tres ofertas...

Los herederos de Christie ¿todavía no le han encontrado sucesora a miss Marple? No. Pero que no cuenten conmigo, ¡ya tengo suficiente con Poirot! Por cierto, a veces pienso que podría llevarlo a la pantalla Robert De Niro pero luego dudo.

The Guardian la define como “un genio del thriller doméstico”. ¿Qué debemos entender con ello? Me parece que les ha gustado que yo intente devolver la armonía a ciertos desastres diarios. A las relaciones. He dejado una rendija a la esperanza, algo muy poco habitual en este género.

¿Por qué todos los detectives tienen carencias emocionale­s, se sienten desgraciad­os o arrastran algún trauma? La insatisfac­ción es empática. Yo creo que eso se hizo así desde el principio y vieron que a la gente le gustaba el prototipo: detective mal separado y escéptico. Así que han seguido con él. Acumular desgracias les acerca más al género humano, tal vez.

¿Sabe quién le lee?

Por lo que he ido viendo –me gusta el contacto directo con mi lector– son mayoritari­amente mujeres, de profesione­s liberales y cultivadas. Gente inteligent­e, porque con mis novelas hay que estar muy atento, elaboro mucho la trama.

En novela negra nadie es lo que parece. ¿Ni siquiera Sophie Hannah? Ni Sophie Hannah, por supuesto.

“Todo el mundo tiene secretos, al menos uno, aunque no lo admita. Otra cosa es que lo haga público” “Me emociona que digan que es imposible discernir si una historia la escribí yo o Agatha Christie”

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Los herederos de Agatha Christie eligieron a Sophie Hannah para que continuara las historias del mítico detective Hércules Poirot, la primera secuela autorizada. Cuando Christie murió, Sophie sólo tenía cinco años
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ÀLEX GARCIA

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