La Vanguardia

Burbuja ‘fashion’

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El diseñador Juan Duyos presenta el lunes su colección en la antigua pasarela Cibeles

El director me dice que debo soltarme en esta crónica madrileña y una entiende que hay que despeinars­e sin remilgos si te lo manda el jefe, pero no es tiempo para conjugar ese verbo pronominal al que se recurre tan alegrement­e, igual que a la flamenca del WhatsApp: desmelenar­se. ¿Cómo vamos a abandonar el encogimien­to o la modestia y obrar con ímpetu, sin moderación, que es como la RAE define el desmelene? Ya sé que se lleva el despatarre, como se demostró en la ceremonia de los Goya, donde Eduard Fernández o

Karra Elejalde se sentaron con las piernas abiertas a más no poder, tan ufanos como ventilados. En argot pijipster se le llama manspreadi­ng y el fenómeno no ha tardado en dar lugar a análisis semióticos: que si es una forma de mostrarse a gusto en el mundo, que si las mujeres prefieren a los hombres así en lugar de modositos. A menudo echo de menos palabras catalanas con gran fuerza visual y sonora: escarranxa­da, por ejemplo, que no tiene traducción. En lugar de cruzar piernas, así se mostró Madonna en la Marcha de las Mujeres, desafiando al decoro femenino con provocació­n histriónic­a. La osadía tiene que disfrazars­e siempre, que se lo digan a Colau, a quien ya en segundo de BUP le llamaban la monja porque se vestía de negro hasta los pies, embebida de Simone de Beauvoir .Lo cuenta en Fashion & Arts Magazine, donde habla de su parca relación con la imagen.

La moda nunca buscó como fin en sí mismo embellecer a las mujeres. Se derrite recreándos­e en sí misma para formar un bucle de deseo. Un mecanismo que gira a su alrededor porque su raíz es la novedad. Pura antropofag­ia. Lo que se pone de moda deja de ser moda al instante. Con esa anticipaci­ón viven los diseñadore­s que hoy jueves, mientras escribo estas líneas, arrancan sus desfiles en el marco de la antigua Cibeles, en la actualidad Mercedes-Benz Fashion Week. Sí, amigos lectores, la palabra fashion se ha universali­zado aunque produzca irritación y nadie ignora su significad­o. Los fashions madrileños son ante todo desprejuic­iados y tienen “una vida callejera constante”. Lo asegura el gato Juan Duyos, cuyo desfile –el próximo lunes– es uno de los más esperados. El otrora

enfant terrible cumple veinte años sobre el podio y ha conseguido hacer rentable su slow couture: 400 piezas únicas al año. Duyos aprendió en el taller de Manuel Piña, que fue el Halston de Madrid en la movida. Tiene sensibilid­ad y retranca. Hace unos días cogió el teléfono y fue llamando una por una a las modelos de los dosmil, nuestras schiffers y crawfords. Todas le dijeron que sí: Verónica Blume, Helena Barquilla, Laura Sánchez, Judit Mascó, Vanesa Lorenzo …“Nieves Álvarez es la belleza hipnotizad­ora; ya estaba en mis primeros desfiles. Cuando nos dieron por primera vez el premio L’Oréal, dijo que lo donaría a una oenegé y yo pensé: ¡Si yo soy una oenegé en mí mismo!”, bromea.

El director, cuando me dice que me suelte, me pone un ejemplo: “Puedes contar una llamada con

Nieves Álvarez”. Entiendo el mensaje. Hay que dar fe de la belleza hipnótica. La pillo en una feria de tejidos, eligiendo lanas para la colección de ropa infantil que diseña, N + V. Me habla desde sus pies en la tierra: “Nunca he sido la modelo del momento ni una fashion victim, siempre he elegido con libertad, fiel a mis ideas”. Suave y camaleónic­a, es un icono de Hola! y de Bvlgari al tiempo y en el Madrid VIP como el del artisteo se la rifan. De Duyos dice que “no tiene pelos en la lengua y lucha por la moda española”.

Desde Nueva York se trajo la colección de Desigual, uno de los gigantes internacio­nales del made in Spain. En su tienda de Callao la exhibieron al público para que votara sus prendas preferidas. Le llaman evento experienci­al. “Habla de nuestra forma de entender la vida; las coleccione­s solo suelen recibir la opinión de la prensa, y nosotros hemos querido contar con la opinión del público”, cuenta Daniel Pérez Barriga, director de comunicaci­ón de la firma. Desigual apuesta por el “lo veo, lo voto, lo compro”. Su manera de democratiz­ar la moda pasa por defender “el lujo de lo humano”. Lo vivo, lo mezclado, lo diverso e irregular, lo excitante, moda con soul y punk california­no. Muy suelto, se lo aseguro, director.

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Nieves Álvarez ha estado esta semana en una feria de tejidos. A la derecha, Desigual mostró su colección en la tienda de Callao (Madrid)
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JJ GUILLÉN / EFE

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