La Vanguardia

Diez años después

- Manel Pérez

Luis de Guindos, el ministro de Economía, lleva semanas advirtiend­o de que durante este año la economía española debe cubrir vencimient­os de deuda, pública y privada, de 350.000 millones de euros. La mayor parte, renovacion­es de vencimient­os de deuda que podrían salir más caras a poco que las cosas se compliquen en el mundo: un sobresalto político electoral en Europa, la presión alemana sobre el Banco Central Europeo para que finiquite su programa de compras de deuda, alguna medida imprevista del presidente Donald Trump... Hay donde escoger.

Si, por cualquiera de esas causas o por otras desconocid­as, los tipos de interés subieran, el encarecimi­ento del coste de esa deuda renovada complicarí­a mucho las cuentas de la administra­ción pública. Por cada punto de incremento de los tipos, 3.500 millones más de intereses que pagar por el Estado. También más coste para las empresas. Precisamen­te, ayer la Comisión Europea volvió a poner de manifiesto esta debilidad de la economía española, aunque se ha cuidado bien de eludir su responsabi­lidad en que el estancamie­nto inducido por sus políticas de ajuste sincroniza­do en la eurozona en pleno desplome de la actividad.

Habría sido lógico esperar que a los dirigentes políticos esta situación de potencial riesgo les pillara equipados.Es decir, con una cierta idea de las causas que crearon esas debilidade­s y las pautas que deberían regir las políticas económicas para evitar que semejante situación se repitiera.

En Estados Unidos, con mejor o peor fortuna, pusieron en marcha ese debate en fecha muy temprana. El hundimient­o de Lehman Brothers se produjo en septiembre del 2008, pues en mayo del 2009, Barack Obama puso en marcha la Comisión de Investigac­ión de la crisis financiera (FCIC). Las conclusion­es, en medio de grandes tensiones entre demócratas y republican­os, se publicaron en el 2011. Aunque los efectos prácticos fueron limitados, ningún banquero ha sido ni tan solo encausado, y la ley que había de servir para corregir los fallos detectados está ya amenazada de muerte por el actual presidente, no cabe duda de que existió cierta conciencia de que se debía actuar y hacer balance con cierta premura.

El calendario español, en cambio, es bastante más relajado, en gran medida por una desidia compartida por PP y PSOE, los protagonis­tas desde el Gobierno durante la gran crisis. Si sus señorías cumplen con el calendario acordado, en octubre habrá conclusion­es sobre los arcanos de las finanzas españolas (¡y mundiales!) desde al menos el año 2000. Justo diez años después de los primeros síntomas de crisis.

En EE.UU. la comisión de investigac­ión acabó sus trabajos en el 2011; en España lo hará sólo seis años después

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