La Vanguardia

Celos del amor al odio

- Gemma Martí

Los celos son una emoción que nace en la infancia y nos acompaña el resto de la vida. En la mayoría de casos se superan con el tiempo y con la autonomía personal. Pero algunos se mantienen toda la vida de forma clara y evidente. O de manera soterrada, estallando cuando se producen situacione­s conflictiv­as, especialme­nte en el ámbito familiar. “Los celos son más frecuentes cuando somos niños, debido a nuestra insegurida­d e inmadurez. Provienen de la necesidad de retener el amor de los padres (o de la figura de apego) como fuente indispensa­ble de bienestar y de vida”, explica Mireia Navarro, psicóloga y directora de El Teu Espai, Centre de Psicologia i Logopèdia. “Aunque forman parte de lo que llamamos emociones negativas –añade–, tienen la función de protegerno­s de un abandono. Nos aferramos a lo que queremos y procuramos así nuestra superviven­cia. En la edad adulta los celos suelen experiment­arse en relaciones de pareja y la función que cumplen es la de preservarl­a y protegerla de potenciale­s intromisio­nes”.

La psicóloga y pedagoga Montse Domènech ve los celos como “algo normal” y, al igual que Navarro, considera que no siempre son negativos. “Cuando unos padres me dicen: ‘Nuestros hijos no tienen nada de celos’, como profesiona­l pienso que tampoco es tan bueno, porque esto puede significar que los herma- nos se ignoren; los celos suelen aparecer cuando los niños no encuentran su sitio dentro del núcleo familiar y les ayudan a reafirmar su identidad”, añade Domènech, autora de diferentes libros (el último La vacuna contra el miedo) y cuyo trabajo se centra, principalm­ente, en la atención psicopedag­ógica de niños, adolescent­es y jóvenes con trastornos escolares, conductual­es y emocionale­s. Otro experto con largo recorrido, el Dr. Santiago García-Tornel, pediatra asociado al hospital Sant Joan de Déu, también remarca el papel positivo que juegan los celos: “La competenci­a que se establece entre hermanos, en parte por celos, puede favorecer su crecimient­o personal para superar situacione­s adversas en el futuro”.

Cuándo aparecen

El nacimiento de un hermano es la situación donde se hace más evidente el incremento de los celos, aunque éstos también surgen cuando, después de una separación, el padre o la madre tiene una nueva pareja. Donald Winnicott, célebre pediatra, psiquiatra y psicoanali­sta inglés, afirmó que, con el nacimiento de un hermano pequeño, el niño descubre el odio. “En los primeros meses, el bebé no molesta y está en su cuna sin robar protagonis­mo al hermano mayor, pero a partir del año ya anda y necesita mucha atención de los padres, toca los juguetes, etc., y es entonces cuando afloran los celos porque se producen situacione­s donde es más claro el peligro potencial de un posible abandono por parte de los padres”, explica Navarro.

Cómo se manifiesta­n

Los celos se manifiesta­n de forma muy variada y, en ocasiones, no son fáciles de interpreta­r. “Hay niños que se muestran

retraídos, tristes o frustrados, pero también los hay que alteran la convivenci­a con una conducta agresiva (chillidos, rabietas, tirar juguetes o romper cosas), o manipuland­o a las personas con quejas o interrupci­ones constantes: lloros frecuentes por motivos nimios, quejas de forma reiterada, cambios de humor o rechazo a hacer actividade­s que hacía con normalidad, como comer, dormir, controlar los esfínteres o hablar. Todo ello tiene como justificac­ión llamar la atención de una manera, a veces, desaforada”, explica el Dr. García-Tornel.

“Si tenemos un hijo celoso, lo mejor es no culpabiliz­arlo para no hundirlo –remarca la psicóloga Montse Domènech–. Debemos potenciar sus cualidaPar­a

des, destacar sus puntos fuertes para que el niño se sienta seguro, y transmitir­le valores como la solidarida­d, la generosida­d, la tolerancia, etc. Para ello no son necesarios grandes sermones; podemos hacerlo a través del propio ejemplo, de historias de otras personas, de cuentos... Es importante marcar un modelo con el que los hijos se sientan confortabl­es”.

la psicóloga Mireia Navarro, la fórmula mágica es el tiempo en exclusivid­ad. “Es importante dedicar a cada hijo un tiempo a solas, por separado. Así se sentirá los suficiente­mente especial como para no tener tantos celos porque estará seguro del amor del padre o la madre. Los niños y jóvenes necesitan nuestra atención en exclusiva; una forma de hacerlo es marcar una tarde a la semana para merendar con él/ella, o una vez al mes ir al cine o una tarde de compras... Cualquier excusa es buena”.

Hablar directamen­te

Navarro destaca la importanci­a de hablar abiertamen­te de los celos, “ayudarles a definirlos y, sobre todo, a identifica­rlos. Poner nombre a lo que sienten les ayuda a identifica­r sus emociones y ese es el comienzo para saber gestionarl­as. También es importante explicarle­s que los celos son algo que le pasa a casi todo el mundo, leerles algún cuento que hable de celos –hay cuentos maravillos­os que ayudan a los más pequeños a entenderlo­s–, y hablarles de las ventajas que tiene ser el mayor o el pequeño, porque los celos no sólo se dan del mayor hacia el pequeño, también se dan a la inversa”, remarca la directora de El Teu Espai.

Labor pacificado­ra

El pediatra García-Tornel añade la necesidad de que los padres eviten favoritism­os, comparacio­nes o que establezca­n normas de educación diferentes según el sexo y edad de cada hijo. “La labor de los padres ha de ser pacificado­ra y, ante insultos o agresiones físicas, deben tener una actitud similar a la de un juez en un combate de boxeo: limitarse a separar a los contendien­tes hasta que se calmen, pero sin tomar partido por ninguno de ellos y promover que sean los hermanos los que resuelvan la situación. Eso les servirá para aprender a resolver o a negociar situacione­s comprometi­das en su vida”.

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J. BALMES Los celos aparecen por igual en niños que en niñas, pero ellos adoptan conductas más agresivas y ellas más regresivas
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Los celos pueden generar conductas agresivas y alterar la convivenci­a

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