La Vanguardia

Reacción de campeón vigente del Barça

La victoria azulgrana en el Calderón aviva la lucha por la Liga

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Madrid

Messi, Suárez y Neymar se abrazaban sobre el césped. Lo mismo hacían unos metros más atrás Piqué y Umtiti. Se felicitaba­n con una mezcla de alivio y satisfacci­ón porque habían salido del barro y, lo más importante, habían cazado in extremis una victoria fundamenta­l para mantener todas las opciones del Barça en el campeonato. Se habían levantado de la lona y habían atrapado un resultado fantástico para someter nuevamente al Atlético en el Calderón. Esta vez sí que tenían algo que celebrar y el día pudo ser mejor si el Madrid no hubiera remontado con escándalo en El Madrigal. Un penalti por manos involuntar­ias del jugador del Villarreal Bruno, mucho menos claras que las que no le señalaron cuando los barcelonis­tas jugaron allí, cimentó el rescate blanco.

El Barça no alcanzó el liderato pero al menos salió airoso de una jornada que le podía dejar tocado. No fue un Barcelona imperial porque los cambios radicales a estas alturas de temporada son casi imposibles pero sí un equipo más solidario, más metido y más peleón que en París. No fue un conjunto, el barcelonis­ta, primoroso pero sí competitiv­o. Necesitaba­n un electrosho­ck y así lo entendió Luis Enrique, que modificó el dibujo y tomó decisiones valientes, como apostar por una línea de tres centrales o recurrir a Rafinha, que abrió el marcador.

La situación requería un boca a boca y se lo aplicó Messi al conseguir el gol del triunfo cuando Godín había empatado para el Atlético y los nubarrones regresaban. Queda mucho por mejorar y la fortuna de los rebotes estuvo de su parte en los tantos pero el Barça dejó el Manzanares habiendo salvado una situación que se antojaba límite, sobre todo en el aspecto anímico.

Tras una semana de conversaci­ones y reflexione­s en el vestuario, Luis Enrique abandonó su inmovilism­o y no sólo sorprendió con el once, algo que pasa casi cada encuentro, sino también con el esquema. Decidió el asturiano que su equipo necesitaba una sacudida y ordenó una reformulac­ión. Para ponerla en práctica sentó a Alba y a Rakitic, fuera del once en otro partido importante, y colocó a Mathieu y a Rafinha. Se trataba de jugar con una línea de tres centrales cuando el Barcelona tuviera la pelota, con Sergio Roberto incrustado en la medular, Rafinha bien abierto a la derecha y Messi más retrasado. Intentaba el Barcelona volver a ser reconocibl­e acercando a Leo, Busquets e Iniesta para que el equipo estuviera más junto.

Durante unos instantes pareció que la solución barcelonis­ta funcionaba. Sin embargo, bastaron un par de achuchones de los colchonero­s y algunas pérdidas barcelonis­tas para que la estructura blaugrana temblara. Llegaron los córners, los arreones y la impresión de que el gol podía caer para los de Simeone, que recuperó a Godín, confió la portería a Oblak y utilizó la treta de dejar el césped seco. En esta fase de descontrol del Barça Gabi probó a Ter Stegen, aunque la mejor parada del alemán llegó tras un trallazo de Griezmann. Rugía el Manzanares porque los rojiblanco­s jugaban al galope y los barcelonis­tas al trote. Pero, de repente, repuntaron los de Luis Enrique. El Barça quería recobrar la pausa aunque sus primeras oportunida­des se fabricaron en transicion­es. Como la que terminó con un gol

EL CRACK, DECISIVO Messi logró el gol del triunfo en la fase final tras aprovechar un rebote dentro del área LAS DECISIONES DE LUIS ENRIQUE El asturiano ordenó una línea de tres centrales, puso a Roberto en la medular y retrasó la posición de Leo UN PARTIDO MUY IGUALADO Rafinha abrió el marcador y empató Godín, pero un Barcelona más competitiv­o se recuperó

bien anulado a Luis Suárez, que cometió falta sobre Oblak después de que el guardameta hubiera desviado un remate de Messi. No fue la única ocasión blaugrana hasta el descanso porque después el rosarino botó una falta y Oblak respondió con una palomita. Piqué también rozaba el gol con un testarazo.

El partido estaba en el alero. El Atlético había tenido su momento y el Barça, ni tan horrendo como en París ni tan bien como necesitaba, sus opciones. Lo más sustancial estaba por llegar y vino después del entreacto. Tras un mano a mano marrado en cada área con disparos de Suárez y Griezmann que no dieron en la diana, el Barcelona se adelantó en una acción iniciada con una recuperaci­ón de Sergi Roberto y que contó con varios rebotes favorables al Barça. Chutaron Neymar y Suárez y al final el balón cayó a los pies de Rafinha, que no perdonó. En la acción más insospecha­da había llegado el 0-1. Si el Barça era capaz de domar la situación podía remar a favor de obra pero Simeone tiró del factor anímico de Torres y contó con la colaboraci­ón de un balón perdido de un Busquets que está lejos de su nivel. La acción terminó en una falta que lanzó Koke y remachó Godín. El uruguayo puso la mano sobre el de Badia. Otro colegiado habría invalidado el empate pero Mateu, no. La alegría había durado poco para los de Luis Enrique pero los relevos introducid­os por el asturiano, en especial el de Rakitic por Iniesta, surtieron efecto. No porque el croata fuera el héroe sino porque el Barça no se deshizo. Llegó vivo a esa jugada vital, a esa falta lejana que sacó Messi y que acabó metiendo… el propio crack. Por el camino una maniobra de Umtiti, que pasó a Suárez. El charrúa centró y Leo remató dos veces. En la segunda, tras un rechace, halló la red. 1-2 y cambio capital de un Barça que gritó presente.

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Luis Suárez, Neymar y Lionel Messi celebran el gol de la victoria, como hicieron en un triunfo recordado ante el Atlético en el 2015
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EMILIO NARANJO / EFE
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