La Vanguardia

Olivier Bourdeaut

NOVELISTA

- XAVI AYÉN Barcelona

Este escritor francés (36) explica que fue encadenand­o fracasos a lo largo de toda su vida hasta que publicó Esperando a Mister Bojangles, novela que se mueve al ritmo de Nina Simone, sobre una familia con una madre loca pero alegre.

Yo fui siempre, desde muy pequeño y hasta hace poquísimo, un auténtico fracasado, había fracasado absolutame­nte en todo”, comenta Olivier Bourdeaut (Nantes, 1980) en el lujoso hotel privado barcelonés donde le ha instalado su editorial. “No se ría: no acabé ni siquiera la escuela, y del fracaso escolar fui saltando al fracaso profesiona­l y al amoroso. Esta novela es lo primero que me sale bien en 36 años. Hay que ser paciente en la vida ¿verdad?”. Ahora, todo parece una anécdota diseñada por su asesor de imagen: su novela Esperando a Mister Bojangles (Salamandra) ha vendido 300.000 ejemplares, se ha traducido en 35 países y ha sido la gran sorpresa de la temporada pasada en Francia.

Una mujer loca, muy loca, pero rabiosamen­te divertida y seductora arrastra a su abismo de colores a un hombre, el padre del narrador, que es a su vez un niño que vive en una fiesta perpetua, sin colegios, sin horarios, preparando cócteles, conociendo a artistas, políticos e intelectua­les en las situacione­s más extravagan­tes y con un pájaro exótico de mascota. “El niño es feliz ¡quién no lo sería! Lo que convierte la vida en algo bello es la gente alocada, los que hacen soñar. La historia es una fantasía mía porque en casa era todo lo contrario: mi padre era muy severo, no podíamos hablar ni levantarno­s de la mesa”.

Bourdeaut ha escrito el libro en Altea (Alicante), donde vive. “Anteriorme­nte escribí una novela cínica, violenta y larga... y ningún editor me la quiso publicar. Así que hice todo lo contrario: una novela luminosa, breve e irónica”. Atravesaba entonces “un bajón amoroso, abandoné París y me fui, derrotado, a casa de mis padres a Altea. Quería que el texto me levantara la moral”.

La mujer no tiene ni nombre pues su marido se lo cambia cada día, como un juego más de su amor esplendoro­so, entre ellos se hablan siempre de usted y rivalizand­o en ingenio. Sucede que “un día, ella se vuelve loca y, a pesar de eso, él decide seguir junto a ella”. Primero, eso sí, la envía a un manicomio pero luego los dos tramarán su fuga. El libro es una especie de Bergman al revés: una mujer cae en la locura y ello tiene consecuenc­ias en su pareja y su hijo. Pero, en vez de deprimirse, el lector se contagia de una extraña euforia. “La fantasía tiene siempre un pie entre la razón y la locura”, afirma, para admitir luego la paradoja de que el más sensato de todos sea el niño-narrador.

Sus influencia­s han sido, por un lado, “Francis Scott Fitzgerald, su vida personal de fiesta y melancolía, alguien que consigue el éxito, se casa con Zelda, viven una vida suntuosa y luego, tras la crisis de 1929, continúa escribiend­o lo mismo pero ya no interesa a nadie”. La otra huella es del Truman Capote de Desayuno en Tifanny’s.

“Si usted se encuentra melancólic­o y escucha Mr Bojangles, la canción de Nina Simone –concluye– se acentuará su melancolía. Pero, si está eufórico, usted se sentirá aún más contento”. Es, pues, como su libro, “que hay quien ve frívolo y alegre y quien lo ve triste y profundo, eso es porque saca lo que cada uno lleva dentro”. Hacemos la prueba y escuchamos el tema del señor Bojangles, alguien que salta “tan alto tan alto” que a veces toca suavemente el cielo. “I knew a man Bojangles / And he danced for you / In worn out shoes...”.

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DAVID AIROB Olivier Bourdeaut, fotografia­do en un hotel barcelonés

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