¿Loco o racista?
El joven que acuchilló a 5 personas en Lleida se sienta hoy en el banquillo
El joven que apuñaló a cinco personas por las calles de Lleida será finalmente juzgado, acusado de crimen racista.
El agresor es un estudiante de Medicina vinculado con grupos de ideología nazi y antecedentes por racismo
Una... dos... tres... cuatro... cinco. Son las personas apuñaladas a traición por Alejandro Ruiz Vidal. O las dianas humanas seleccionadas por este estudiante de Medicina durante su sangriento recorrido (tú si..., tú no) por diferentes calles del centro de Lleida. Ocurrió el 22 de septiembre de 2014 y Alejandro Ruiz se sienta hoy en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Lleida para responder de esos hechos. La autoría de los cinco apuñalamientos (tentativas de asesinato, para la Fiscalía) no se pone en duda. Pero sí hay discrepancias en el móvil y las verdaderas intenciones del agresor.
Alejandro ha negado siempre que esos ataques fuesen planificados como “una caza al inmigrante”. Una tesis difícil de mantener, atendiendo al origen de cuatro de las víctimas: una mujer magrebí con velo, un ciudadano peruano, un chino y un pakistaní. La quinta es la única que escapa a ese perfil. No era inmigrante. Aunque no se descarta que su aspecto (un hombre de tez morena) confundiese al agresor. Esa evidencia, sumada a la existencia de antecedentes que prueban la simpatía de Alejandro Ruiz por la ideología neonazi, sustentan la tesis de la Fiscalía y acusaciones que consideran esos apuñalamientos como un ataque racista. La pena solicitada, una de las más elevadas escuchadas en la Audiencia de Lleida, pasa de los ochenta años de cárcel.
El juicio arrancará con la declaración de Alejandro Ruiz, natural de Logroño, de 21 años cuando ocurrieron los hechos y que llevaba más de tres viviendo en Lleida, ciudad en la que se afincó para estudiar Medicina. Se augura que el acusado se ceñirá al guión seguido desde el mismo día del arresto. “Quería acabar con todo... tenía la autoestima por los suelos... hacía días que no me encontraba bien... pensé, más de una vez, en autolesionarme”. Son frases pronunciadas por Alejandro en los interrogatorios. Osó incluso, en alguna de esas declaraciones, a autodiagnosticarse valiéndose de sus conocimientos en medicina: “Fue un ataque de ira provocado por un brote psicótico”. Los peritos forenses deberán determinar en la vista si el acusado, actualmente en prisión, padece algún trastorno que le exima o atenúe la responsabilidad de sus actos. Tarea difícil para la defensa, pues el modus operandi y la mecánica de los hechos apuntan a un ataque premeditado con los objetivos muy bien definidos.
Alejandro Ruiz Vidal vivía solo en un piso de alquiler, en Rovira Roure. Con un expediente notable en la Universidad y comportamiento solitario. En esa vivienda se encontraron dibujos con mensajes como: “Huelo a sangre humana” “El Borbón al paredón” o “Mañana te clavo mi machete”. Esa cara más oscura de Alejandro no era conocida por sus compañeros de Lleida, pero sí en Logroño, su ciudad natal, donde el joven era vocal de un grupo “vinculado ideológicamente a la extrema derecha y con un ideario nacionalsocialista y un claro discurso identitario de preferencia nacional”, recoge el fiscal en su escrito. En la Rioja le han condenado hace poco por apuñalar, en 2012, a un ciudadano colombiano mientras gritaba, “negro de mierda”.
Antes de iniciar su sangrienta carrera por las calles de Lleida, prendió fuego a su piso. En su recorrido se cree que fue seleccionado a las víctimas por su aspecto y color de piel. A la mayoría las atacó por la espalda, sin mediar palabra. Y todo acabó cuando el machete usado en esos ataques quedó clavado en el hombro de un ciudadano paquistaní, la víctima peor parada que sufre una discapacidad del 49%, con parálisis. Asestó la puñalada con tanta fuerza que no pudo ya sacarlo. Entonces huyó y al cabo de veinticuatro largas horas (en Lleida se vivió mucha psicosis por temor que a pudiesen repetirse los ataques) se entregó a una patrulla de la Urbana.
Algunas de las víctimas (su turno de declaración está previsto para el martes) manifiestan que aún hoy tienen miedo cuando caminan por la calle. Aunque lo que más les duele –es el caso de Héctor, de origen peruano– es haber sufrido ese ataque por su condición de inmigrantes. Esa es una secuela más difícil de curar que los cortes. Esas víctimas solicitan, además de la pena máxima para el agresor, indemnizaciones que rondan en total el medio millón de euros por las secuelas físicas y psicológicas.